Jesús + J.M.J.T.
El Carmelo, 22 de agosto de 1888
Querido tío:
Acabamos de recibir una carta de nuestra tía donde nos cuenta todo lo que usted está pasando. Aunque lejos de usted, también su sobrinita comparte su dolor y quisiera estar cerca de su tío para consolarle; pero ¿qué podría hacer ella, en realidad...? No, es preferible que esté en el Carmelo; aquí, al menos, puede pedir todo lo que quiera al único que puede dar el consuelo, que lo derrame abundantemente en el corazón de su querido tío.
El estado del señor David (1) nos apena mucho. Comprendo, querido tío, cuánto deben estar sufriendo ustedes, pues no hay nada tan doloroso como ver sufrir a los que amamos.
El estado del señor David (1) nos apena mucho. Comprendo, querido tío, cuánto deben estar sufriendo ustedes, pues no hay nada tan doloroso como ver sufrir a los que amamos.
Sin embargo, doy gracias a Dios con todo el corazón por la gracia tan grande que ha tenido a bien conceder a esa hermosa alma.
¡Qué disposiciones para comparecer ante él! Es verdaderamente admirable. Todo lo que nos ha contado nuestra querida tía me ha llegado muy hondo.
Era imposible, tío, que Dios no le concediese a usted este consuelo después de todo lo que hace por su gloria. ¡Qué hermosa me parece la corona que Dios le tiene reservada! No puede ser de otra manera, pues toda su vida no es más que una perpetua cruz, y Dios no obra así más que con los grandes santos.
¡Qué dicha pensar que en el cielo nos reuniremos para no separarnos ya más! Verdaderamente, sin esta esperanza la vida sería insoportable...
Querido tío, no sé lo que usted pensará de su pobre sobrinita, que deja correr la pluma sin pensar mucho en lo que dice; si su corazón pudiese escribir, diría cosas muy distintas, pero se ve obligado a confiarse a esta fría pluma, que no sabe expresar lo que él siente.
Lo pongo en manos de mi ángel de la guarda, creo que un mensajero celestial cumplirá bien mi encargo; le envío al lado de mi tío querido para que vierta en su corazón tanto consuelo cuanto nuestra alma puede contener en este valle de lágrimas...
Adiós, querido tío. Le pido que salude de mi parte a la señora de Fournet, me asocio de corazón a su dolor. A usted le envío toda la ternura que encierra mi corazón, y continuaré rogando sin cesar por el señor David.
Su sobrinita, que quisiera disminuir un poco su dolor,
Teresa del Niño Jesús
NOTAS
(1) El señor David, primo carnal de la señora Journet, madre de la señora Guérin, estaba muy grave.
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
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