sábado, 15 de septiembre de 2018

ARROJAR FLORES


Jesús, Amado mío, 

al pie de tu calvario 
quiero, todas las tardes, 
arrojarte mis flores, 
deshojarte mi rosa 
-mi rosa primavera <1>- 
y enjugar con sus pétalos 
tu llanto <2>, mi Señor.

 

¡Arrojarte mis flores,  
ofrecerte en primicia 
sacrificios pequeños, 
mis suspiros más leves, 
mis dolores más hondos, 
y mi dicha y mis penas..., 
arrojarte mis flores <3> 
y mi rosa, Señor! 


De tu inmensa belleza 
se ha prendado mi alma <4>. 
Yo quiero prodigarte 
mis flores y perfumes, 
por tu amor arrojarlos 
sobre el ala del viento 
e inflamar corazones 
para ti, mi Señor.

Y cuando sufro y lucho <5> 
por salvar pecadores, 
arrojarte mis flores. 
Mis flores son el arma 
que me da la victoria. 
Te desarmo y te venzo 
con mis flores, Señor.


Mis flores con sus pétalos 
acarician tu rostro 
y te dicen que es tuyo 
todo mi corazón. 
De mi rosa en deshoje 
tú entiendes el lenguaje, 
miras y le sonríes 
a mi amor tú, Señor.

¡Arrojarte mis flores,  
repetir mi alabanza 
es mi única alegría, 
es todo mi placer 
en este oscuro valle 
de sombras y de lágrimas! 
Al cielo pronto iré, 
con los pequeños ángeles 
iré a arrojarte flores 
¡mis flores, oh Señor!



NOTAS

Fecha: 28 de junio de 1896. - Compuesta para: la madre Inés de Jesús para su santo (Paulina). - Publicación: HA 98, tres versos corregidos. - Melodía: Oui, je le crois, elle est immaculée.

Todas las noches del mes de junio de 1896, Teresa y las cinco jóvenes novicias se reúnen alrededor de la cruz de granito del patio. Recogen los pétalos que han caído de una veintena de rosales y los arrojan al Crucifijo. Este rito simbólico acaba gustándole a la madre Inés de Jesús.


La última etapa de toda su vida de amor la cantará nuestra carmelita en Una rosa deshojada. El anuncio floreado de su misión póstuma, «una lluvia de rosas» (CA 9.6.3) desvela -o, mejor, no debería velar- la única pretensión de Teresa para el cielo y en la tierra: amar a Jesús y hacerlo amar.

<1> Teresa cita estos cuatro versos en CA 14.9.1. La «rosa primavera» es entonces ya ella misma, a quince días de la muerte. 

<2> Un deseo muy antiguo en Teresa (cf Cta 74, 95, 115, 134), un gesto que se asemeja al de la Verónica (cf Cta 98).

<3> Cf Ms B 4rº/vº y CA 6.8.8.

<4> Es ésta la primera de las once veces que se menciona la lucha en las Poesías en las Recreaciones Piadosas hasta marzo de 1897; cf Poésies, II, p. 260. Casi todas ellas tienen miras apostólicas. Este vocabulario guerrero es un débil eco de la obra teatral de índole muy combativa El triunfo de la humildad (RP 7), que había sido representada unos días antes (21/6/1896). 

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías


 

 

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