5-9 de julio de 1888
Gracias al cordero querido por haber hecho escuchar una vez más al corderito la música del cielo. El dulce céfiro ha agitado suavemente a la cañita...
Eran las 9 pasadas cuando la caña descubrió el papelito ( Un billete que sor Inés había deslizado bajo la puerta de la celda de Teresa).
No lucía ya la luz de la tierra, pero su corazón supo descifrar mejor que sus ojos la música de santa Cecilia, ¡y no perdió ni una sola palabra...!
Sí, yo deseo esas angustias del corazón, esos alfilerazos de los que habla el cordero.
A la cañita no le importa en absoluto doblarse, no tiene miedo de romperse, pues ha sido plantada al borde de las aguas; en vez de quedarse allí en el suelo, cuando se dobla, sólo encuentra una onda bienhechora que la fortalece y le hace desear que una nueva tormenta vuelva a desatarse sobre su frágil cabeza.
Toda su confianza reside en su debilidad, y no puede quebrarse porque, le ocurra lo que le ocurra, sólo quiere ver en ello la mano de Jesús...
A veces, a la caña, una débil ráfaga de viento puede resultarle más insoportable que las grandes tormentas; y entonces va a remojarse en su arroyo querido. Pero tampoco esas débiles ráfagas de viento consiguen que se doble demasiado hacia la tierra, son los alfilerazos...
Mas ningún sufrimiento es excesivo para conquistar la palma (la palma de santa Inés)...
Nota:
(A Teresita todo le parece poco para ganar el cielo)
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
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