Tú que conoces mi infinita nada
y no vacilas en bajarte a mí,
ven a mi corazón, ¡oh blanca hostia!, ven a mi corazón que aspira a ti.
De tu bondad, Señor,
yo solicito morir de amor
tras tanta dignación.
Oye, Jesús, de mi ternura el grito.
¡Ven a mi corazón!
Obras completas, santa Teresa de Lisiueux, últimas conversaciones.
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