Muchas veces, en verano, durante la hora de silencio antes de Maitines, sentada en la terraza, me decía a mí misma: ¡Si estuviera aquí Celina junto a mí! ¡Pero no, esa será una dicha demasiado grande para la tierra!
... Y me parecía un sueño irrealizable. Sin embargo, no deseaba esa dicha por un sentimiento natural; era por su alma, para que caminase por nuestro mismo camino... Y cuando la vi entrar aquí, y no sólo entrar sino que me la confiaban enteramente a mí para que yo la instruyese en todas las cosas; cuando vi que Dios hacía eso, rebasando así mis deseos, comprendí la inmensidad del amor que él me tiene...
CELINA EL DÍA DE SU PROFESIÓN |
... Pues bien, Madrecita, si un deseo apenas esbozado fue escuchado de esa manera, es imposible que no sean completamente escuchados todos esos mis grandes deseos de los que hablo a Dios con tanta frecuencia.
Fuente:
Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario