miércoles, 30 de mayo de 2018

LO HARÍA PARA ALCANZAROS GRACIAS

SANTA TERESITA, DE PIE A LA DERECHA, CON SU COMUNIDAD

La hermana de santa Teresita, Paulina (Madre Inés de Jesús) cuenta la siguiente conversación:
(A las 3 de la mañana, Teresa había expectorado sangre) 

 Madre Inés de Jesús:

«¿Qué harías tú si una de nosotras estuviese enferma en tu lugar? ¿Vendrías a la enfermería durante las recreaciones?». 

Teresita:

"Iría derecha a la recreación, sin preguntar por vosotras; y lo haría con toda naturalidad, para que nadie se diese cuenta de lo que me costaba. Y si viniera a la enfermería, lo haría por complacer, nunca por darme gusto a mí misma... 
 ... y todo por cumplir con mi deber y para alcanzaros gracias que seguramente no os conseguiría buscándome a mí misma.


Y yo misma sacaría una gran fortaleza de estos sacrificios. Pero si alguna vez, por debilidad, hiciese lo contrario de lo que quisiera, no me desanimaría, sino que trataría de reparar mis fallos privándome todavía más sin que se me notase. 


Fuente:
Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones.
 

martes, 29 de mayo de 2018

EL CÁNTICO DE CELINA


¡Hoy me gusta evocar los recuerdos benditos de mi infancia!
Para guardar la flor de mi inocencia siempre pura y sin mancha,
Dios puso en torno mío una cerca
de amor.  

A pesar de ser yo tan pequeña,
me hallaba rodeada de ternura,
y de mi corazón en lo más hondo
nació la fiel promesa de desposarme
un día con Jesús, Rey de los cielos,
Rey de los elegidos.

Desde la primavera de mi vida a la Virgen María y a san José yo amaba.
Y ya mi alma se abismaba entera, extasiada y feliz, cuando en mis
ojos el cielo reflejaba su belleza.

Me gustaban los campos, los trigales,
la colina lejana y la llanura.
Y era tanta mi dicha cuando con mis hermanas cogíamos las flores,
que hasta el aliento a veces me faltaba.

Me gustaba coger las hierbezuelas,
las florecillas todas, los acianos.
Me gustaba muchísimo el perfume
de las moradas violetas claras,
y el de las primaveras, sobre todo.

Me gustaban la blanca margarita,
los hermosos paseos del domingo,
el pájaro ligero gorjeando en la rama
y el radiante color azul del cielo.

Me gustaba poner todos los años
junto a la chimenea mis zapatos,
y apenas despertaba, iba corriendo
y cantando canciones de la fiesta
del cielo. ¡Navidad!
 
De mamá me encantaba la sonrisa,
su mirada profunda parecía decir:
«La eternidad me atrae, me cautiva,
al cielo azul iré ¡para ver allí a Dios!

«Encontraré en la patria a la Virgen María y a mis ángeles (1)... 
¡Y de las hijas que en la vida dejo,
los corazones y también las lágrimas ofreceré a Jesús.

Amaba a Jesús Hostia, que vino en la mañana de mi vida a prometerse a mi alma enajenada. ¡Oh, con cuánta alegría el corazón le abrí!

Y más tarde amé a la criatura que yo veía más pura, a Dios buscando

en su creación. Y en él,
sólo en él hallé la paz. 

Y también me gustaba, en aquel mirador inundado de luz y de alegría, recibir de mi padre los besos y caricias, y acariciar yo sus cabellos
blancos
como la nieve.

Sentada con Teresa en sus rodillas, durante las veladas, largo rato
a las dos nos mecía, lo recuerdo muy bien, y aún me parece oír de sus tonadas y de su voz el dulce
y grave acento.

¡Recuerdos dulces, que entrañáis sosiego  y me hacéis revivir
tantas cosas lejanas..., las cenas,
el perfume de las rosas,
los Buissonnets, henchidos de una limpia alegría, y los claros veranos!

Al llegarse la noche, cuando todo rumor vano se apaga, me sentía feliz expansionando mi alma con mi Teresa en dulce desahogo. Mi corazón y el suyo formaban, confundidos, uno solo.

Entonces se mezclaban nuestras voces, las manos se enlazaban, y cantábamos juntas nuestras futuras y sagradas bodas, soñando en el Carmelo...
y soñando en el cielo.

En Suiza y en Italia me encantaron (2) los frutos de oro bajo el cielo azul.
Me gustó, sobre todo, la mirada, toda llena de vida, que el santo anciano, el papa, el Pontífice Rey, me dirigió.

Con amor te besé, ¡oh tierra bendita del Coliseo augusto! La bóveda sagrada y silenciosa de las santas y oscuras catacumbas repitió dulcemente el eco de mi canto.

Tras mi dicha vinieron el dolor y las lágrimas (3). ¡Muchas y amargas lágrimas! Me vestí la armadura de mi Esposo, y fue su cruz mi escudo y mi consuelo.

Durante largo tiempo estuve desterrada, lejos, ¡ay, si, qué lejos!, de mi familia amada; y sin tener siquiera, cual pobre cierva herida, el refugio de un simple agavanzo en flor.

Mas un atardecer, mi alma enternecida percibió la sonrisa de María (4),
y una gota bendita de su sangre
se tornó (¡ah, qué dicha!)
en leche para mí 

Gustaba, por entonces, de apartarme del mundo y de sus ruidos,
para oír cómo el eco, desde lejos, respondía a mi voz, y en el fecundo, en el umbroso valle, en medio de mis lágrimas, yo recogía flores.

Me gustaba escuchar de la lejana iglesia la campana tañendo vagamente. Me sentaba en el campo para oír el susurro de la brisa al caer de la tarde.

Me embobaba mirando las golondrinas en su raudo vuelo, y escuchando, callada, el plañidero canto de las tórtolas. Me gustaba sentir el ruido de alas y el bronco bordoneo del insecto.

Me gustaba la gota de rocío, la cantora cigarra, la virginal abeja preparando la miel desde su mismo despertar.

Gustaba yo de recoger el brezo, corriendo sobre el leve y blando musgo; cazar las mariposas, en frágil vuelo sobre los helechos y pintado en sus alas el puro azul del cielo.

Amaba a las luciérnagas en la sombra, y amaba las estrellas incontables.
Y,sobre todo, el disco plateado
de la luna en la noche.

En su última vejez me gustaba rodear a mi padre de ternura. El lo era para mí todo en la vida: hijo, dicha, riqueza. ¡Ah, cuántas veces y con qué cariño  le estrechaba en mis brazos!

Nos gustaba escuchar el dulce ruido de las olas y el retumbo encendido de la oscura tormenta, y en la quietud profunda de la tarde del ruiseñor
la voz en el fondo del bosque.

Pero su hermoso rostro una mañana la imagen, con sus ojos, buscó del crucifijo... Al marchar, me dejó su postrera mirada, la prenda de su amor. ¡Aquella era mi parte!

Con su divina mano, con su amorosa mano, a Celina Jesús le arrebató el único tesoro que tenía, ¡y llevándolo lejos, lejos de la colina, lo colocó en el cielo, cerca del Dios eterno!

Ahora estoy prisionera (5), muy lejos de la tierra y de sus bosques.
Vi que todo es en ella efímero y caduco,  ¡toda mi dicha, en ella,
vi apagarse y morir!

Bajo mis pies se magulló la hierba, y en mis manos la flor se marchitó... Jesús, por tu pradera correr quiero, no dejarán en ella mis pies huella.

Como un ciervo sediento va suspirando por las aguas vivas, así, desfallecida, ¡oh Jesús!, a ti corro.  Para calmar mi sed y mis ardores hacen falta tus lágrimas...

Sólo tu amor me arrastra. En la llanura mi rebaño dejé, ya no lo cuido.  Complacer sólo quiero a mi nuevo Cordero, a mi Cordero único.

El Cordero a quien amo eres tú,
mi Jesús. Me bastas, ¡bien supremo!, todo lo tengo en ti,  tengo la tierra
y hasta tengo el cielo.Tú eres la flor, Rey mío, que yo corto. 

Jesús, Lirio del valle, me cautivó tu aroma.  Ramillete de mirra, corola perfumada, dentro del corazón quiero guardarte y en él darte mi amor.

Junto a mí va tu amor, siempre conmigo. En ti tengo los bosques
y campiñas, los ríos, las montañas,
la pradera, la lluvia de los cielos
y la nieve.

Todo lo tengo en ti: los trigos y las flores entreabiertas, los botones de oro, las miosotis y rosas. El perfume poseo
y la frescura de los blancos lirios (6). 

En ti tengo la lira melodiosa (7),
la soledad sonora, los ríos y las rocas, la graciosa cascada, el gamo saltador, la gacela, los corzos y la ardilla.

En ti tengo también el arco iris y la nieve pura, el inmenso horizonte y la verdura, las ínsulas extrañas y las maduras mieses, las leves mariposas, los campos y la alegre primavera.

En tu amor, ¡oh Jesús!, también encuentro  las palmeras esbeltas que el sol dora, la noche en par de los levantes de la aurora,  las aves y el suave murmullo del arroyo.

Tengo en ti los racimos deliciosos, las graciosas libélulas, la selva virgen llena de flores misteriosas. Tengo a todos los niños, rubios, pequeñitos, con sus alegres cantos.

Tengo en ti las colinas y las fuentes, Tengo vincapervincas, madreselvas, agavanzos, bejucos, flores blancas de espino y los frescos nenúfares.

Tengo la avena, loca y tembladora,
la voz grave y potente de los vientos,
el hilo de la Virgen, la llama ardiente,
el céfiro ligero, los zarzales floridos
y los nidos.

Tengo el hermoso lago, el valle solitario, oscuro de árboles, la ola plateada del océano, peces dorados
y los raros tesoros de los mares.

Yo tengo en ti la nave que navega por alta mar y lejos de la playa, el surco de oro (8) y la tranquila costa. Tengo el fuego del sol cuando se va del cielo festoneando con su luz las nubes.

En ti, Jesús, yo tengo la palmera pura; y bajo el burdo sayal de que me visto, valiosas joyas, ricos aderezos, anillos y diamantes, brillantes y collares.

Tengo en ti la brillante y clara estrella. Muchas veces tu amor se me descubre, y entonces yo percibo, como a través de un velo, al declinar el día, la caricia divina de tu mano.

Tú sostienes los mundos con tu mano, tú plantas las profundas, las oscuras florestas, y en un volver de ojos
las fecundas. Con mirada de
amor (9) me sigues siempre.

Tengo tu corazón y tu adorado rostro,
y esa mirada tuya que me ha herido.
De tu sagrada boca el beso tengo.
Te amo, Jesús, y nada más deseo.

Iré a cantar al cielo con los ángeles
de tu sagrado amor las alabanzas.
Haz que yo vuele pronto a formar
en sus filas, ¡que yo muera de
amor, Jesús, un día. 

La mariposa se lanza contra el fuego, fuertemente atraída por su encendida
y clara transparencia. De ese modo
tu amor es mi esperanza,
quiero volar a él y en él quemarme.

¡Oigo ya que se acerca, mi Dios,
tu eterna fiesta! Tomaré de los sauces mi arpa muda y en tus rodillas
a sentarme iré, ¡para allí verte...!

Y muy cerca de ti veré a María,
a los santos veré y a mi familia amada. Después de este destierro de la vida,
yo volveré a encontrar allá en el cielo
el hogar paternal...

CELINA

 
NOTAS P 18 - CÁNTICO DE CELINA 


Fecha: 28 de abril de 1895. - Compuesta para: sor Genoveva, a petición de ésta, para su cumpleaños (veintiséis). 

Es el «Cántico de las criaturas» de Celina, pero más aún de Teresa. Tras la cúspide de su Vivir de amor, Teresa va recorriendo con verdadero júbilo las riquezas de la creación, que luego volverá a descubrir, trascendidas, en su Amado. 

Esta sinfonía de flores, de perfumes, de verdor, de pájaros es toda una orquestación a dos versos de Celina. Un domingo de 1895, cuando sor Genoveva está a punto de cortar el primer narciso, su hermana la detiene: «¡Hace falta permiso!» Al volver a su celda, la novicia intenta consolarse recordando a Jesús, en una poesía, lo que ha dejado por él. Sólo una pocas palabras consiguen traspasar la capa de tristeza:
La Flor que yo corto, Rey mío, ¡eres Tú!

Teresa viene en ayuda de Celina y, con certero instinto de maestra espiritual, se esmera por que no quede en la sombra ninguna de las alegrías del pasado, aun cuando esto la lleve a desleir demasiado la poesía, que es la más larga de todo su repertorio en cuanto al número de estrofas (cincuenta y cinco).



(1) Sus cuatro hermanos, muertos muy pequeñitos. 
(2) El viaje a Roma en noviembre de 1887.
(3) Una secuencia propia de la vida de Celina: la enfermedad del señor Martin  y su muerte.
(4) Dos gracias de María a la desterrada: cf Poésies, II, pp 126s. 
(5) El Carmelo es una «prisión bendita» Celina se considera prisionera del amor a Jesús , como Jesús lo está del nuestro;
(6) Esta es la única vez que Teresa menciona el «muguet», el lirio de los valles, con esa palabra, al que Celina atribuye el sentido de «amor escondido». 
(7) Símbolo que le gustaba mucho a Celina;
(8) El surco de oro, o surco de gracia, procede de un cuento infantil.
(9) La mirada de Dios, que se posa con amor sobre la criatura y le da vida y belleza, es uno de los grandes temas sanjuanistas; ¡Qué lejos está esto de un «vigilante» airado por el pecado! Esa mirada de amor recíproca e incesante está en el corazón mismo de la vida contemplativa de Teresa. 



 

lunes, 28 de mayo de 2018

TROUVILLE (EN LOS BUISSONNETS, 1877 - 1881) MANUSCRITO A

PLAYA DE TROUVILLE

Tenía yo seis o siete años cuando papá nos llevó a Trouville.
Nunca olvidaré la impresión que me causó el mar. No me cansaba de mirarlo.
Su majestuosidad, el rugido de las olas, todo le hablaba a mi alma de la grandeza y del poder de Dios.

Recuerdo que, durante el paseo que dimos por la playa, un señor y una señora me miraban correr feliz junto a papá y, acercándose, le preguntaron si era suya, y dijeron que era una niña muy guapa.

Papá les respondió que sí, pero me di cuenta de que les hizo señas de que no me dirigiesen elogios... 

Era la primera vez que yo oía decir que era guapa, y me gustó, pues no creía serlo. Tú ponías gran cuidado, Madre querida, en alejar de mí todo lo que pudiese empañar mi inocencia, y sobre todo en no dejarme escuchar ninguna palabra por la pudiese deslizarse la vanidad en mi corazón.

Y como yo sólo hacía caso a tus palabras y a las de María, y vosotras nunca me habíais dirigido un solo piropo, no di mayor importancia a las palabras y a las miradas de admiración de aquella señora.  



Al atardecer, a esa hora en la que el sol parece querer bañarse en la inmensidad de las olas, dejando tras de sí un surco luminoso, iba a sentarme, a solas con Paulina, en una roca... Y allí recordé el cuento conmovedor de «El surco de oro» (De un libro de lecturas. La Tirelire aux histoires [ La hucha de los cuentos], de Luisa S.W.Belloc (bajo el título de «El sendero de oro»). Se trata del sueño simbólico de una niña que va navegando sobre el surco de oro del sol poniente, imagen de la gracia).

TERESITA Y PAULINA EN TROUVILLE

Estuve contemplando durante mucho tiempo aquel surco luminoso, imagen de la gracia que ilumina el camino que debe recorrer la barquilla de airosa vela blanca... Allí, al lado de Paulina, hice el propósito de no alejar nunca mi alma de la mirada de Jesús, para que pueda navegar en paz hacia la patria del cielo... 

Mi vida discurría serena y feliz.

El cariño de que vivía rodeada en los Buissonnets me hacía, por decirlo así, crecer. Pero ya era, sin duda, lo suficientemente grande para empezar a luchar, para empezar a conocer el mundo y las miserias de que está lleno...  






Fuente:
Historia de un alma, santa Teresa de Lisieux

 




 

PASARÉ MI CIELO EN LA TIERRA


Sábado. A las 2 de la mañana había expectorado sangre. 

Presiento que voy a entrar en el descanso... Pero presiento, sobre todo, que mi misión va a comenzar: mi misión de hacer amar a Dios como yo le amo, de dar mi caminito a las almas.

Si Dios escucha mis deseos, pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra. Y eso no es algo imposible, pues, desde el mismo seno de la visión beatífica, los ángeles velan por nosotros.  
 



Yo no puedo convertir mi cielo en una fiesta, no puedo descansar mientras haya almas que salvar... Pero cuando el ángel diga:

«¡El tiempo se ha terminado!», entonces descansaré y podré gozar, porque estará completo el número de los elegidos y todos habrán entrado en el gozo y en el descanso. Mi corazón se estremece de alegría al pensar en esto...  


Fuente:
Obras completas, santa Teresa de Lisieux
 




 

NO BUSCO MI GLORIA, SOLO BUSCO AGRADARTE A TI



Si Dios me dijera: Si mueres ahora, tendrás una gloria muy grande; si mueres a los 80 años, la gloria será mucho menor, pero eso me agradará mucho más, no dudaría en responder: "Dios mío, quiero morir a los 80 años, pues no busco mi gloria, sino tan sólo agradarte a ti. 

Los grandes santos trabajaron por la gloria de Dios, pero yo, que no soy más que un alma muy pequeña, sólo trabajo por complacerle, y me sentiría feliz de soportar los mayores sufrimientos aunque sólo fuese para hacerle sonreír una sola vez. 




Fuente:
Obras completas, santa Teresa de Lisieux

DIOS ESCUCHA NUESTROS DESEOS



Muchas veces, en verano, durante la hora de silencio antes de Maitines, sentada en la terraza, me decía a mí misma: ¡Si estuviera aquí Celina junto a mí! ¡Pero no, esa será una dicha demasiado grande para la tierra! 

... Y me parecía un sueño irrealizable. Sin embargo, no deseaba esa dicha por un sentimiento natural; era por su alma, para que caminase por nuestro mismo camino... Y cuando la vi entrar aquí, y no sólo entrar sino que me la confiaban enteramente a mí para que yo la instruyese en todas las cosas; cuando vi que Dios hacía eso, rebasando así mis deseos, comprendí la inmensidad del amor que él me tiene...  



CELINA EL DÍA DE SU PROFESIÓN

 ... Pues bien, Madrecita, si un deseo apenas esbozado fue escuchado de esa manera, es imposible que no sean completamente escuchados todos esos mis grandes deseos de los que hablo a Dios con tanta frecuencia.  




Fuente:
Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones.

 

jueves, 24 de mayo de 2018

SANTA TERESITA EXPLICA LO QUE ES "LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS"



(Su hermana Paulina  dice):
Me contó el siguiente episodio, cuyo recuerdo guardaba como una gracia: 

Sor María de la Eucaristía quería encender las velas para una procesión. No tenía cerillas, pero al ver la lamparilla que arde ante las reliquias, se acercó; pero, ¡ay!, la encontró medio apagada, no quedaba más que un débil destello en la mecha carbonizada. Sin embargo, consiguió encender su vela, y, gracias a su vela, se fueron encendiendo todas las de la comunidad.


Fue aquella lamparita medio apagada la que produjo aquellas hermosas llamas que, a su vez, hubieran podido producir infinidad de otras e incluso incendiar el universo. Sin embargo, la causa primera de ese incendio se debería siempre a aquella lamparita. ¿Podrán entonces las hermosas llamas, sabiendo esto, gloriarse de haber provocado semejante incendio, cuando ellas mismas sólo se encendieron gracias a aquella centellita...?  



Lo mismo ocurre con la comunión de los santos. Muchas veces, sin que nosotros lo sepamos, las gracias y las luces que recibimos las debemos a un alma escondida, porque Dios quiere que los santos se comuniquen la gracia unos a otros por medio de la oración, para que en el cielo se amen con un gran amor, con un amor todavía mucho mayor que el amor de la familia, hasta el de la familia más ideal de la tierra.


¡Cuántas veces he pensado si no podría yo deber todas las gracias que he recibido a las oraciones de un alma que haya pedido por mí a Dios y a la que no conoceré más que en el cielo! 

Sí, una centellita muy pequeña puede hacer brotar grandes lumbreras en la toda la Iglesia, como doctores y mártires, que estarán muy por encima de ella en el cielo; ¿pero quién podrá decir que su gloria no se tornará la de ella? 

En el cielo no habrá miradas de indiferencia, porque todos los elegidos reconocerán que se deben mutuamente las gracias que les han merecido la corona.  


 



Fuente: 

Obras completas, santa Teresa de Lisieux

LE DIJE QUE HICIESE LO QUE QUISIERA


Habíamos hecho los preparativos para que comulgara al día siguiente. El sobrino de sor María Filomena  ( el abate Troude) iba a entrar después de su primera Misa en el Carmelo para darle la comunión.
Pero al verla peor, temíamos que escupiese sangre después de medianoche y le pedíamos que rezase para que nada desagradable viniese a estropear nuestro proyecto. Ella respondió: 

Sabéis bien que yo no puedo pedir eso..., pero pedidlo vosotras por mí... Sin embargo, esta noche acabé pidiéndoselo a Dios por complacer a mis hermanas y para que la comunidad no quedara decepcionada; pero en el fondo le dije todo lo contrario, le dije que hiciese lo que quisiera...  



Y al vernos adornar la enfermería dijo: 

¡Cuánto trabajo os tomáis para preparar todo lo necesario! ¡Así son las fiestas de la tierra! A las niñas que van a hacer la primera comunión se les lleva por la mañana su hermoso vestido blanco, y sólo tienen que ponérselo; nada saben del trabajo que los suyos se han tomado por ellas, sólo saben de alegría. No pasa lo mismo cuando se es mayor...  


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux

 

 

ORACIÓN AL NIÑO JESÚS



"Oh pequeño niño, mi único tesoro,
tú te me muestras todo radiante de amor.
Yo me abandono a ti.
Oh Jesús, mi pequeño Hermano,
no quiero otra alegría que la de agradarte.
Mi pequeño Rey, imprime en mí
las virtudes de tu infancia."


(Santa Teresita del Niño Jesús)



miércoles, 23 de mayo de 2018

VER EN TODO, LA MANO DE JESÚS, CARTA 55

A sor Inés de Jesús 

 5-9 de julio de 1888 

Gracias al cordero querido por haber hecho escuchar una vez más al corderito la música del cielo. El dulce céfiro ha agitado suavemente a la cañita... 

Eran las 9 pasadas cuando la caña descubrió el papelito ( Un billete que sor Inés había deslizado bajo la puerta de la celda de Teresa).

No lucía ya la luz de la tierra, pero su corazón supo descifrar mejor que sus ojos la música de santa Cecilia, ¡y no perdió ni una sola palabra...! 

Sí, yo deseo esas angustias del corazón, esos alfilerazos de los que habla el cordero.

A la cañita no le importa en absoluto doblarse, no tiene miedo de romperse, pues ha sido plantada al borde de las aguas; en vez de quedarse allí en el suelo, cuando se dobla, sólo encuentra una onda bienhechora que la fortalece y le hace desear que una nueva tormenta vuelva a desatarse sobre su frágil cabeza.




Toda su confianza reside en su debilidad, y no puede quebrarse porque, le ocurra lo que le ocurra, sólo quiere ver en ello la mano de Jesús... 

A veces, a la caña, una débil ráfaga de viento puede resultarle más insoportable que las grandes tormentas; y entonces va a remojarse en su arroyo querido. Pero tampoco esas débiles ráfagas de viento consiguen que se doble demasiado hacia la tierra, son los alfilerazos... 

Mas ningún sufrimiento es excesivo para conquistar la palma (la palma de santa Inés)... 



Nota: 
(A Teresita todo le parece poco para ganar el cielo)

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

 

VIVIR DE AMOR (Poesía)




En la última noche, la noche del amor, hablando claramente y sin parábolas, Jesús decía así:

«Si alguno quiere amarme, que guarde mi palabra,  que la guarde fielmente.
Mi Padre le amará, y vendremos a él, moraremos en él, será para nosotros una morada viva, será nuestro palacio. Pero también queremos que more él en nosotros, lleno de paz, que more en nuestro amor.»
 


¡Vivir de amor quiere decir
guardarte a ti, Verbo increado,
Palabra de mi Dios! Lo sabes, Jesús mío, yo te amo, me abrasa con su fuego tu Espíritu de Amor. 
Amándote yo a ti, atraigo al Padre,
mi débil corazón se entrega
a él sin reserva. 
¡Oh augusta Trinidad,
eres la prisionera,
la santa prisionera  de mi amor!

 ♥

 Vivir de amor vivir es de tu vida, glorioso Rey, delicia de los cielos.
Por mí vives oculto en una hostia,
por ti también, Jesús, vivir quiero escondida. Soledad necesitan los amantes, que hablen sus corazones noche y día. Me hace feliz tan sólo tu mirada, ¡vivo de amor! 

 ♥
 
 Vivir de amor no es en la cima del Tabor su tienda plantar el peregrino de la vida. Es subir al Calvario a zaga de las huellas de Jesús, y valorar la cruz como un tesoro...
En el cielo, mi vida será el gozo,
y el dolor será ido para siempre.
Mas aquí desterrada, quiero, en el sufrimiento, ¡vivir de amor!
 

 
 Vivir de amor es darse sin medida,
sin reclamar salario aquí en la tierra. ¡Ah, yo me doy sin cuento, bien segura de que en amor el cálculo no entre!
Lo he dado todo al corazón divino,
que rebosa ternura. Nada me queda ya... Corro ligera.
Ya mi única riqueza es,
y será por siempre ¡vivir de amor!
 

 
 Vivir de amor es disipar el miedo, aventar el recuerdo de pasadas caídas. De aquellos mis pecados no veo ya la huella, junto al fuego divino se han quemado... ¡Oh dulcísima hoguera, sacratísima llama, en tu centro yo fijo mi mansión. Y allí, Jesús, yo canto confiada y alegre: ¡vivo de amor!
  

 
 Vivir de amor guardar es, en sí misma, en un vaso mortal, un inmenso tesoro. Mi flaqueza es extrema, Amado mío, disto mucho de ser un ángel de los cielos. Mas si es verdad que caigo a cada paso, lo es también que tú vienes en mi ayuda y me levantas y tu gracia me das. ¡Vivo de amor!


Vivir de amor es navegar sin tregua
en las almas sembrado paz y gozo.
¡Oh mi Piloto amado!, la caridad me urge, Pues te veo en las almas,
mis hermanos. La caridad me guía,
ella es mi estrella, bogo siempre a su luz. en mi vela yo llevo grabada mi divisa: ¡Vivir de amor!
 

 
Vivir de amor es mientras Jesús
duerme permanecer en calma
en medio de la mar aborrascada.
No temas, ¡oh Señor!, que te despierte, espero en paz la orilla de los cielos... Pronto la fe desgarrará su velo
y habrá sido mi espera sólo un día.
La caridad me empuja, ella hinche
mi vela, ¡vivo de amor!


 
 Vivir de amor, Maestro amado mío,
es pedir que derrames tu luz y tu calor del sacerdote en el alma santa,
en su alma elegida.
¡Pueda ser él más puro que un serafín del cielo! Y protege también a tu Iglesia inmortal, no cierres tus oídos, Jesús,
a mi clamor. Hija suya soy yo, por mi Madre me inmolo, ¡vivo de amor!


 
Vivir de amor es enjugar tu rostro,
es a los pecadores alcanzar el perdón.  ¡Oh Dios de amor!, que vuelvan a tu gracia, que bendigan tu nombre eternamente. Hasta el alma me llega la blasfemia, para borrarla yo canto
cada día: ¡Oh nombre de mi Dios,
te adoro y amo, vivo de amor!
 

 
Vivir de amor es imitar, Jesús,
la hazaña de María cuando bañó
de lágrimas y perfumes preciosos tus fatigados y divinos pies y los besó arrobada, enjugándolos luego con
sus largos cabellos... Y alzándose del suelo, rompió el frasco y
tu cabeza María perfumó.
 ¡Oh Jesús, el perfume que yo doy a tu rostro es y será mi amor!
 

 
 «¡Vivir de amor, oh qué locura extraña  -me dice el mundo-, cese ya tu canto! ¡No pierdas tus perfumes, no derroches tu vida, aprende a utilizarlos con ganancia!» ¡Jesús, amarte es pérdida fecunda! Tuyos son mis perfumes para siempre. Al salir de este mundo cantar quiero: ¡muero de amor!

 
 ¡Morir de amor, dulcísimo martirio, 
y es el martirio que sufrir quisiera! Acordad, querubines, vuestras liras, siento que mi destierro va a acabar... Llama de amor, consúmeme sin tregua. ¡Oh vida de un momento,
muy pesada tu carga se me hace!
¡Oh divino Jesús!, haz realidad
mi sueño: ¡morir de amor!


 
 Morir de amor, es ésta mi esperanza, cuando vea romperse mis cadenas.
Mi Dios será mi recompensa grande, otros bienes no quiero poseer.
Quiero ser abrasada por su amor, quiero verle y unirme a él para siempre.  Este será mi cielo y mi destino: ¡¡¡Vivir de amor...!!! 


 


NOTAS:

Fecha: 26 de febrero de 1895. Composición espontánea.

«Vivir de amor - morir de amor» (cf un billete de la madre María de Gonzaga a Teresa de 1890, LC 144): ése es el núcleo de esta gran meditación, hecha en un momento en que Teresa adquiere la certeza de que morirá pronto y en que comienza su autobiografía, un punto de vista privilegiado sobre el presente, el pasado y el futuro. El hecho de que escriba espontáneamente un poema así es significativo.

Vivir de amor brotó de un solo tirón durante los largos ratos de oración ante el Santísimo Sacramento, expuesto los tres días de las Cuarenta Horas (domingo, lunes y martes que preceden al miércoles de ceniza) para reparar los excesos del carnaval antes de entrar en la Cuaresma.  

Las monjas se turnan cada hora de dos en dos ante la custodia. Sólo está iluminado el altar de la capilla, mientras el coro de las carmelitas permanece en penumbra. Prácticamente no pueden leer. Y en este clima de ferviente intimidad es donde el canto Vivir de amor fluye del alma de Teresa: un río de paz, inmenso, tranquilo, que cada estrofa va engrosando como un afluente sin perturbar su curso.

Fuente:
Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías
 

 

martes, 22 de mayo de 2018

PRIMERA CARTA DE TERESITA A SU PADRE DESPUÉS DE SU ENTRADA EN EL CARMELO, CARTA 46

LUIS MARTÍN, PADRE DE TERESITA

J.M.J.T.1 

Domingo, 29 de abril de 1888 

Querido papaíto: 


¡Qué bueno eres con tu Reinecita! No pasa casi un día sin que ella reciba un presente de su Rey. 

Gracias por todo, papaíto. ¡Si supieras cuánto te quiere la Huerfanita de la Berezina! [1] Pero no, sólo en el cielo lo sabrás. Allí es donde veremos bellas estatuas sobre bellas cornisas, y entonces sí que podremos, realmente, caer en éxtasis. Y además, ¡qué guía para hacernos visitar las maravillas del cielo! Pienso que muchos santos tendrán en su nimbo una cruz bizantina. Lo único que no veremos serán sarcófagos, porque en el cielo ya no habrá tumbas.  





Papaíto querido, veo que ya va a ser la hora y te tengo que dejar, pero antes quiero abrazarte desde lejos con todo el corazón. 

También la Perla fina te manda un fuerte abrazo. ¡Si supieras, papá, lo preciosa que es tu Perla fina! El brillante Diamante, la Bohemia, te abraza también de todo corazón. 


Adiós y gracias, papaíto. Tu Reinecita, que por fin ha sido «sacada de debajo de la carreta» (2)

Teresa del Niño Jesús 



 
NOTAS:
1 En esta primera carta que Teresa envía a su padre después de su entrada en el Carmelo el 9 de abril, acumula a placer los sobrenombres cariñosos que el señor Martin daba a sus hijas: «Reinecita» (que aparece cincuenta veces en las cartas de la postulante); «Huerfanita de la Berezina» (sacado de una novela que leían en los Buissonnets, «Perla fina», que era Paulina,  «Diamante», María (del Sagrado Corazón) «Bohemia», que es también María. 


2 Expresión local que quería decir: «Ya estás a salvo de los peligros del mundo» (Nota de la madre Inés). 


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

A SAN JOSÉ


 
Vuestra admirable vida en la sombra, José,
se deslizó humilde y escondida,
¡pero fue augusto privilegio vuestro
contemplar muy de cerca la belleza
de Jesús y María!


Estribillo:
José, tierno Padre,
protege al Carmelo.


Que en la tierra tus hijos
gocen ya la paz del cielo } bis


¡Más de una vez, el que es Hijo de Dios,
y entonces era niño y sometido en todo
a la obediencia vuestra, sobre el dulce
refugio de vuestro pecho amante
descansó con placer!


  Y como vos, nosotros, en la tranquila
soledad, servimos a María y Jesús,
nuestro mayor cuidado es contentarles,
no deseamos más.


  A vos, Teresa, nuestra santa Madre,
acudía amorosa y confiada en la necesidad,
y asegura que nunca su plegaria
dejasteis de escuchar.


 Tenemos la esperanza de que un día,
cuando haya terminado la prueba de esta vida,
al lado de María iremos, Padre, a veros.


Estribillo:
Bendecid, tierno Padre, nuestro Carmelo,
y tras el destierro de esta vida
¡reunidnos en el cielo! }bis

 

 
Notas:
Fecha: 1894. - Compuesta para: sor María de la Encarnación (Josefina Lecouturier), a petición de ésta. - Publicación: HA 98 (cinco versos corregidos). - Melodía: Nous voulons Dieu.


No sabemos nada acerca de las circunstancias de esta composición, pero data con seguridad de 1894. La vida escondida de san José, hecha de contemplación y de servicio a Jesús y a María, en pobreza y en soledad, es un buen ejemplo para las carmelitas (cf TERESA DE JESUS, Vida, cap. 6). 


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías.

 

 

lunes, 21 de mayo de 2018

SUFRIMIENTOS OCULTOS DE SANTA TERESITA EN EL CARMELO

Paulina le pide a santa Teresita, ya enferma, que le hablara sobre su vida en el Carmelo:

"Le pedía que me detallase los oficios que había tenido en el Carmelo". 

"A entrar en el Carmelo, me destinaron a la ropería con la madre subpriora (sor María de los Angeles), y además tenía que barrer la escalera y el dormitorio. 
Recuerdo que me costaba mucho pedir permiso a la maestra de novicias para hacer mortificaciones en el refectorio, pero nunca cedí a mi penitencia; me parecía que el crucifijo del patio, que yo veía por la ventana de la ropería, se volvía hacia mí pidiéndome ese sacrificio.  




Fue por esa época cuando iba a segar la hierba, a las cuatro y media, cosa que no le gustaba a nuestra Madre. 


Después de la toma de hábito, me destinaron al refectorio hasta la edad de 18 años; lo barría y ponía el agua y la cerveza.
En las Cuarenta Horas de 1891, me pusieron en la sacristía con sor San Estanislao.
A partir del mes de junio del año siguiente, estuve dos meses sin oficio, es decir, durante ese tiempo pinté los ángeles del oratorio e hice de tercera de la procuradora.

Después de esos dos meses, me pusieron en el torno con sor San Rafael, sin dejar la pintura. Estos dos oficios duraron hasta las elecciones de 1896, fecha en que pedí ayudar a sor María de San José en la ropería, en las circunstancias que tú ya conoces" ... 



Luego me contó cómo la consideraban lenta, poco diligente en los oficios, y yo misma lo creía así;
y, en efecto, las dos juntas recordamos cuánto la reñí un día por un mantel del refectorio que ella había guardado mucho tiempo en su cesta, sin repasar.


Yo la acusaba de negligencia, y me equivocaba, pues era que no le había dado tiempo. En aquella ocasión, sin excusarse en absoluto, había llorado mucho al verme enfadada y descontenta...
¡¡¡Que haya sido posible!!! 

Me dijo también lo que había sufrido conmigo en el refectorio (yo era entonces su primera de oficio) al no poder hablarme de sus cosillas, como en otros tiempos, porque no tenía permiso y por otras razones... 
Hasta tal punto, que tú habías llegado a no conocerme ya, añadió. 

Me habló de lo que tenía que violentarse para quitar las telas de araña del cuarto oscuro de San Alejo, debajo de la escalera (tenía verdadero horror a las arañas) y otros mil detalles que me hacían ver lo fiel que había sido en todo y lo que había sufrido sin que nadie lo sospechara.  


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux