Tú, Jesús, me conoces,
tú mi nombre conoces, y me llamas
con la dulce mirada de tus ojos…
Ellos me comunican tu palabra:
«Simple abandono,
conducir yo quiero, mi amada,
tu barquilla».
Y con tu voz de niño, ¡oh maravilla!,
sólo con tu voz débil,
calmas el mar rugiente,
pones paz en el viento.
Si mientras brama la tormenta,
¡oh Niño!, tú te quieres dormir,
posa tu linda cabecita blanda
sobre mi corazón.
¡Qué encantador sonríes
cuando duermes!
Con mi canto más dulce
yo meceré tu cuna tiernamente,
¡Oh hermoso Niño mío!
NOTAS
Fecha: diciembre de 1896. - Compuesta para: sor María de San José, a petición suya. - Publicación: HA 98 (con el título de «Al Niño Jesús»), tres versos corregidos. - Melodía: Où vas-tu quand tout est noir?
Una vez más, una poesía hecha por encargo, en la que Teresa juega al equilibrio entre el «niño» y la «tormenta», y luego Jesús que calma la tempestad... El niño que duerme (o, mejor, que no duerme...) durante la tormenta forma parte de los arquetipos de la infancia. Mientras tanto, Jesús quiere dormir, como más tarde en la barca... Un juego sutil.
Este dulce encantamiento es especialmente apropiado para la destinataria, una compañera de carácter tormentoso que Teresa se ha propuesto domesticar. Pues esta mujer tan dura es a la vez como la manteca, y unas pocas palabras infantiles logran desarmarla mejor que mil razonamientos. Y unas coplillas como éstas podían transformar un mar tempestuoso... en madre mimosa que meza «tiernamente» la «cabecita rubia» del Niño que se entrega a ella para llevarla a entregarse a él.
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías
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