sábado, 25 de enero de 2020

ÚLTIMAS CONVERSACIONES DE SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS CON SOR GENOVEVA DE LA SANTA FAZ

He consignado las palabras que Santa Teresa del Niño Jesús me dirigió personalmente durante los últimos meses de su vida. Si se hallaren algunas ligeras variantes con las recogidas por la Madre Inés de Jesús, no habría que maravillarse más de ellas que de las variantes de los Evangelistas que relatan el mismo hecho.   

  

MAYO 
Uno de los últimos días en que Teresa del Niño Jesús podía aún recitar el Oficio divino, pero fuera del coro, me encontré con ella en el jardín, en el lugar mismo en que se alza hoy la urna. La vi tomar de repente una expresión enternecida y, posando el dedo sobre una de las lecciones de Maitines, me dijo con los ojos humedecidos en lágrimas:        
«Mirad lo que escribe San Juan: «Hijitos míos, os he dicho esto para que no pequéis; pero si alguno ha pecado, tenemos un abogado, que es Jesús» 

JULIO  
3 de julio  
Como la leche le hacía daño y no podía tomar otra cosa por entonces, el doctor De Corniére había indicado una especie de leche condensada que se vendía en las farmacias con el nombre de «leche pasterizada». Por diversas razones esta orden la apenó, y cuando llegaron las botellas, lloró con ardientes lágrimas.        
Después del mediodía, sintió la necesidad de salir de sí y me dijo con aire triste y dulce:        
«Tengo necesidad de un alimento para mi alma; leedme la vida de un Santo».        
- ¿Queréis que os lea la vida de San Francisco de Asís? Os distraerá cuando habla de los pajarillos. Ella respondió gravemente:        
«No, no para distraerme, sino para ver ejemplos de humildad».     

12 de julio  
Nuestra Madre no podía resignarse a darle el permiso de morir. Teresa nos hizo esta reflexión en la forma festiva que empleaba cuando quería distraernos de nuestra pena:        
«Dios tiene tantas ganas de un pequeño racimo que el propietario no quiere darle, que Él lo va a robar...».  
      
Una Hermana le decía que podría tener una hora de temor antes de morir para expiar sus pecados.   «¿El temor de la muerte para expiar mis pecados?... ¡Eso no tendría más fuerza que la que tiene el agua cenagosa! Pero si tengo esos temores, se los ofreceré a Dios por los pecadores, y como esto será un acto de caridad, este sufrimiento se revolverá para los otros mucho más fuerte que el agua. En cuanto a mi, la sola cosa que me purifica es el fuego del Amor divino».     

Mirándome con compasión y ternura, mi Teresita se interrumpió en medio de una conversación y dijo:        
«¡Ah! Sor Genoveva será la que más sentirá mi partida. Ciertamente, es ella la más digna de compasión, pues tan pronto como siente alguna pena, viene en seguida a buscarme, y yo ya no estaré aquí... ¡Sí, pero Dios le dará fuerzas, y yo volveré!        
Y dirigiéndose a mí:        
«Vendré a buscaros lo más pronto posible y haré que papá forme parte de la comitiva; ya sabéis que siempre tenía prisa... 

Mientras desempeñaba junto a ella mi oficio de enfermera, hablando de la cercana separación, la oí tararear, poniéndose ella en mi lugar, esta copla compuesta para cantar (con la melodía de la canción Il est á moi):  Es mía aquélla a quien el mismo cielo  el cielo entero, vino a arrebatarme.  Es mía y para mí porque la amo,  y nada podrá de ella separarme... 
Un poco más tarde, me dijo, mirándome:           «Mi pequeño Valeriano».        
(Mi queridita Teresa comparaba algunas veces nuestra unión a la de santa Cecilia y San Valeriano).     
Yo 1e decía: 
«Dios no podrá llevarme en seguida después de vuestra muerte, pues no habré tenido tiempo de ser perfecta». 
Ella replicó:        
«Eso no importa; acordaos de San José de Cupertino: su inteligencia era mediocre, era ignorante, y no conocía a fondo sino este Evangelio: «Bendito el vientre que te llevó»        Preguntado precisamente sobre este tema, respondió tan bien, que todos quedaron admirados, y fue admitido con grandes honores al sacerdocio en unión de sus tres compañeros, los cuales no sufrieron examen alguno. 
Porque se juzgó, tras sus sublimes respuestas, que los que le acompañaban debían de saber tanto como él.        
De modo que yo responderé por vos, y Dios os dará gratis todo lo que me habrá dado a mi». 

 18 de julio  
Leía a mi enfermita un pasaje acerca de la bienaventuranza del cielo. Ella me interrumpió para decirme:        
- «No es eso lo que me atrae...        
- ¿Qué es, pues? repliqué.        
- ¡Oh, es el Amor! Amar, ser amada, y volver a la tierra para hacer amar al Amor» 

21 de julio  
Cuando, como enfermera, me ocupaba yo en poner en orden la habitación, ella me seguía con la mirada, y rompió de repente el silencio con una frase que nada ni nadie había provocado:        «¡En el cielo tomaréis asiento a mi lado!» 
Y más tarde, citándome un tramo de una bella poesía sobre Luis XVII:  
Vendréis pronto conmigo  para mecer al niño que solloza,  y renovar con soplo luminoso  en su ardiente mansión los viejos soles... luego yo os pondré:  «las alas color cielo  de un rojo querubín...».         
Os las sujetaré yo misma, insistió, pues vos no lo sabríais hacer: ¡las pondríais o demasiado bajas o demasiado altas!».     

24 de julio  
Yo le decía: «Vos sois mi ideal, y este ideal no lo puedo alcanzar. ¡Oh, qué doloroso es esto! Soy como un niñito que no se da cuenta de las distancias: en los brazos de su madre tiende la manecita para coger la cortina, un objeto..., ¡sin darse cuenta de que están muy lejos!        
- Sí, pero el último día Dios acercará su Celinita a todo lo que ella habrá deseado, y lo cogerá todo».     

JULIO-AGOSTO  
«Si os dicen una cosa injusta, o una Hermana que no entiende de algo quiere daros consejos acerca de ello, habréis de pensar que tiene buena intención, responderle con gran dulzura y, sin perjudicar a la verdad, aparentar que aprobáis, en cuanto es posible, lo que ella dice».  

«No obráis bien deseando que todo el mundo se acomode a vuestra manera de ver. Puesto que queremos ser niñitos..., los niñitos no saben lo que es mejor, lo hallan todo bien; imitémosles. No hay mérito alguno en hacer lo que es razonable, ése es el camino común, todo el mundo quiere ir por él».

«La caridad, dice san Alfonso de Ligorio, consiste en soportar a los que son insoportables».

«Cuanto más avancéis, menos combates tendréis, o mejor, con más facilidad los venceréis, pues veréis el lado bueno de las cosas. Entonces vuestra alma se elevará por encima de las criaturas. Es increíble cómo, en fin, todo lo que se me podía decir no llegaba ni siquiera a rozar mi alma, pues había comprendido la poca solidez de los juicios humanos».     

AGOSTO  
2 de agosto  
«Todo pasa en este mundo, hasta Teresita...; ¡pero ella volverá...!».     

3 de agosto        
«Sois pequeñita, no lo olvidéis; y cuando se es pequeñita, no se tiene pensamientos bellos...».     

4 de agosto        
Interrumpiendo una conversación, exclamé tristemente, pensando en su muerte:        
«¡No podré vivir sin ella!        
- ¡Tenéis razón, me contestó con un juego de palabras para divertirme: por eso, os traeré dos alas!»    



5 de agosto  
Sobre este pasaje del Evangelio: «Dos mujeres estarán moliendo juntas: a una 1a llevarán y a otra la dejarán...» (Mateo 24, 41; Lucas 17, 35).    «Nosotras hacemos juntas nuestra pequeña faena; veré que no podéis moler enteramente sola el grano; por eso vendré a buscaros... Vigilad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor» (Marcos 13, 35; Lucas 12, 40; Mateo 24, 44).        
Me recordaba muchas veces que éramos como dos socios. ¿Qué importa que el uno tenga menos recursos que el otro? Mientras no se separen, un día participarán de los mismos beneficios.           Se esforzaba por inculcarme la pobreza de espíritu y de corazón con amables reflexiones, como éstas: 
 «¡Es necesario que la criada permanezca en su posición, que no trate nunca de ser una gran dama!».           

Un día que me faltaba de rezar una de las horas del Oficio divino, me dijo con un tono infantil:        «¡Id a rezar Nona, y acordaos de que sois una monjita, la última de las monjas!» 

 «¿Vais, pues, a abandonarme?, le decía yo tristemente.        
- ¡Oh, en manera alguna!»          
Y volviendo a mi tema favorito:        
«¿Creéis que puedo yo esperar estar cerca de vos en el cielo? Me parece imposible; es como si un manco se presentase a concurso para atrapar lo que está en lo alto de una cucaña.        
- ¡Oh!, replicó ella, ¿pero si está allí un gigante que coge al manco en sus brazos le sube bien alto y le da el objeto deseado?... Así obrará Dios con vos, pero no os tenéis que, preocupar; debéis decir a Dios: «Sé que no seré nunca digna de lo que espero, pero os tiendo mi mano como un pequeño mendigo, y estoy segura de que me escucharéis plenamente, pues ¡sois tan bueno!».     
8 de agosto  
El pensamiento de sobrevivirla me entristecía tanto, que no cesaba de preguntarle si yo moriría pronto; ella me lo hacía esperar, pero una vez en el cielo ¡juzgó del tiempo a la luz eterna! 
-Yo le decía:        
«Si, cuando os marchéis, se llega a escribir vuestra vida, yo quisiera irme antes... ¿Creéis que será así?        
- Sí, lo creo, pero será necesario no perder la paciencia...; miradme a mí qué pequeñita soy; deberéis obrar del mismo modo».     

16 de agosto  
Habiéndome levantado muy de mañana, hallé a mi querida Hermanita pálida y desfigurada por el sufrimiento y la angustia. 
Me dijo:        
«El demonio está a mi alrededor, no le veo, pero le siento...; me atormenta, me agarra como con una mano de hierro para impedirme que tome el más ligero alivio, aumenta mis males para que me desespere.»... ¡Y no puedo rezar! Sólo puedo mirar a la Santísima Virgen y decir: ¡Jesús! ¡Cuán necesaria es la oración de Completas: «Libradnos de los fantasmas de la noche»,        ¡Siento algo misterioso!…        
Vivamente impresionada, encendí un cirio bendito, y poco a poco le fue devuelta la calma.     

24 de agosto  
Hablábamos juntas una especie de lenguaje infantil que las demás no podían comprender. 
Sor San Estanislao, la primera enfermera, dijo con aire admirado: 
«¡Qué graciosas son estas dos jovencitas con su jerga ininteligible!».        
Un poco más tarde, dije a mi Teresa: 
«¡Sí, somos graciosas las dos! ¡Pero vos sois graciosa sola, mientras que yo no lo soy sino con vos!».        
Ella replicó vivamente:        
«Por eso mismo vendré a buscaros»  

21 de agosto        
La opresión era muy fuerte, y para ayudarse a respirar repetía:        
«¡Sufro, sufro!».        
Pero en seguida se lo reprochó, como hubiera sido una queja, y me dijo:        
«¡Cuando yo diga: sufro, vos responderéis: tanto mejor! Yo no tengo fuerza para ello, pero vos expresaréis así mi pensamiento».        
Y fue necesario obedecerla, aunque me costó mucho.     

SEPTIEMBRE  
Estaba muy enferma, cuando, sabiendo que se le causaba placer, pues gustaba de las cosas bonitas, se le llevó una encantadora y minúscula bombonera; pero pareció no interesarle, y dijo con aire profundo:        
«He visto las bellezas de la tierra, y mi alma ha soñado con los cielos...».     

3 de septiembre        
Estaba yo frente a la chimenea de la enfermería, yendo y viniendo para arreglar la habitación, y me quejaba de una cosa que no estaba como yo quería. 
Ella me dijo:        
«¡Criada, nada de inquietud de espíritu!».
     
5 de septiembre  
Anotaba yo de prisa, en papeles informes, las palabras de mi Hermanita, mis recuerdos a este propósitos y no tenía más que el domingo, día de tiempo libre, para recoger estas notas. 
Le dije una noche:        
«¡Hay ha sido un domingo malo, no he escrito nada en mi pequeño cuaderno!        
- ¡Esa es la medida de Lilí, pero no la de Jesús!».     
11 de septiembre        
«Estáis cuidando a un niñito que está para morir...».        
Después, mirándome con ternura:        
«...Pero yo volveré a vos, y vuestro corazón se regocijará, y nadie os arrebatará vuestro gozo» (Jun 16, 22)        
Un poco más tarde:        
Mostrándome su vaso, y recordándome la orden que yo le había dado de pedir lo que necesitase, me dijo con un tono festivo e infantil:        
«Habría que echar algo en el vaso porque el niñito tiene un gusto muy malo en la boca».     

16 de septiembre 
Me había hecho notar algunos días antes, la necesidad de ser lo bastante mortificada para interrumpir nuestro trabajo cuando nos llama la campana, cuando llaman a nuestra puerta, hasta el punto de no dar una puntada más antes de responder.        
«He practicado eso al final de mi vida, había añadido. Al principio «mi casa» no estaba sosegada «en el fondo del corazón».        
Después de este aviso, cuando se presentaba la ocasión interrumpía yo mi trabajo prontamente. El 16 de septiembre ella fue testigo de eso y me dijo:        
«¡Oh, si supierais! ... Lo que ahora perdéis lo hallaréis más tarde... ¡Es ésa una acción más gloriosa que si hubieseis obtenido el beneplácito del gobierno para las comunidades religiosas, para que la nuestra no fuese molestada, y más que si toda Francia os aclamase como a Judit!».
  
23 de septiembre  
«No tenéis necesidad de comprender, sois demasiado pequeña...».        
(Quería decir: de comprender lo que Dios obra en vos).     

25 de septiembre        
«Voy a morir, es cierto... ¡No sé cuándo, pero es cierto!».  
Yo le dije: 
«Nos miraréis desde lo alto del cielo, ¿verdad?      Ella respondió espontáneamente:        
- «¡No, bajaré!».           

Me levantaba varias veces por la noche, a pesar de su insistencia en lo contrario. En una de aquellas visitas, encontré a mi querida Hermanita con las manos juntas y los ojos alzados al cielo:     «¿Qué hacéis así?, le dije: deberíais tratar de dormir.        
«No puedo, sufro demasiado; por eso, rezo...».      - ¿Y qué decís a Jesús?        
- «¡No le digo nada, le amo!».   
     
Uno de los últimos días de su vida, en un momento de gran sufrimiento me suplicó de este modo:        «¡Oh, mi Hermanita Genoveva, rogad por mí a la Santísima Virgen! ¡Yo le rezaría tanto si vos estuvieseis enferma! Una no se atreve a pedir para sí misma».        
Y suspiraba aún:        
«¡Oh, cuánto hay que rogar por los agonizantes! ¡Si se supiera!».     

28 de septiembre  
Al comenzar la noche, la miré. Oímos repetidas veces en el jardín el canto de la tortolilla, luego un batir de alas parecido al ruido de un pájaro que se posase sobre el borde de la ventana. Como este hecho era extraordinario, y no se repitió, me hizo pensar en las palabras del Cantar de los Cantares: «¡Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven! Porque he aquí que el invierno ha terminado, la lluvia ha cesado, ha desaparecido; las flores han aparecido sobre la tierra, el tiempo de los cánticos ha llegado, la voz de la tórtola se ha dejado oir en los campos». 
 


Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)

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