miércoles, 20 de junio de 2018

UN PARQUE (EJERCICIO DE REDACCIÓN DE SANTA TERESITA CUANDO ELLA CONTABA CON UNOS CATORCE AÑOS)


Cuando llega abril, el hermoso mes en que las flores brotan de sus capullos color rosa y en que las violetas despliegan a porfía sus pequeñas corolas perfumadas, también los niños, al igual que las flores, sienten necesidad de aire y de movimiento. 
 

Conozco, a la orilla del mar, un precioso castillo, rodeado de un gran parque. En ese parque retozan siete u ocho hermosos petirrojos, semejantes a una nidada de reyezuelos. 

¡Qué alegre que es ver en primavera cómo se despierta este viejo castillo! Se ve, al poco, la encantadora cabecita de un niño, mirando, inclinada, los pececitos rojos del acuario. Allí, a través de la enramada, se ven flotar al aire las cintas multicolores de las niñeras, que tienen en brazos un rorró que sonríe al sol y a la llegada de la primavera que sus ojos ven por primera vez desde que llegó al mundo. 

Un poco más lejos, bajo los grandes castaños seculares, otros niños que se vuelven semejantes a los pájaros y parecen volar por el aire: una hermana mayor empuja un silloncito en forma de columpio, y la niña hace resonar el aire con su risa argentina al ver que sube tan alto que sus hermanas quedan muy por debajo de ella.

En este gran parque no hay solamente niños. Hay también gacelas, gamos y corzos domesticados. Se ven pasar velozmente ante los ojos a estos preciosos animales. Al principio, uno cree estar en un bosque y contiene el aliento por miedo a asustarlos. Pero no tengáis miedo, mirad a esa gacela seguida de su cervatillo: va a comer de la mano de un niño que le ofrece un trozo de pan blanco. A la vista de esto, uno creería estar realmente en el paraíso terrenal.
 


Pero en este gran parque hay todavía otro entretenimiento más. Mirad, aquí más cerca, en medio de ese césped esmaltado de flores, otros niños montados en un caballo de madera que da vueltas y más vueltas alrededor de un círculo reducido; pero no por eso se les ve menos contentos, y querrían seguir cabalgando sin cesar alrededor de esa línea sin fin, si los brazos del viejo criado no se sintieran cansados por un momento.

En ese gran parque hay también muchas otras maravillas que me llevaría mucho tiempo enumerar. Las personas que deseen adquirir un mayor conocimiento de mi parque sólo tienen que dirigirse al puertecito de mar de L... La encantadora familia X... recibe todos los años muchos visitantes. 

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux

 

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