La Sagrada Familia ha quedado bien servida: a san José y al Niño Jesús le han tocado un melocotón y dos ciruelas a cada uno.
"Tal vez no esté bien, pero las he tocado con satisfacción. Me gusta mucho tocar la fruta, sobre todo los melocotones (fruta preferida de Teresita), y verla de cerca".
Yo la tranquilicé, y prosiguió:
"La Santísima Virgen también ha tenido su parte. Cuando me dan leche con ron, se la ofrezco a san José, pensando: ¡Qué bien le va a venir esto al pobre san José!
En el refectorio, pensaba siempre a quién tenía que darle cada cosa. Lo dulce era para el Niño Jesús, los platos fuertes para san José, y tampoco me olvidaba de la Santísima Virgen. Pero cuando me faltaba algo, por ejemplo cuando se olvidaban de pasarme la salsa o la ensalada, estaba mucho más contenta, pues me parecía que entonces se lo daba de verdad a la Sagrada Familia viéndome realmente privada de lo que le ofrecía".... Cuando Dios quiere que nos veamos privadas de algo, no hay más remedio que aceptarlo. A veces, sor María del Sagrado Corazón ponía mi plato de ensalada tan cerca de sor María de le Encarnación, que yo no podía ya considerarlo como mío, y no lo tocaba.
¡Ay, Madrecita, y qué tortillas, duras como suelas de zapato, me han servido en mi vida! Creían que me gustaban así, totalmente resecas. Después de mi muerte habrá que poner mucho cuidado en no dar esa porquería a las pobres hermanas.
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux
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