Yo ya no encuentro nada en los libros, a no ser en el Evangelio. Este libro me basta. Escucho con verdadera delicia estas palabras de Jesús que me dicen todo lo que tengo que hacer: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón»; y encuentro la paz, según su promesa: «... y encontraréis descanso para vuestras almas». «... y encontraréis descanso para vuestras pequeñas almas...»
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¡Qué feliz soy de estar para siempre prisionera en el Carmelo! No tengo ganas de ir a Lourdes para tener éxtasis, ¡prefiero «la monotonía del sacrificio»! ¡Qué dicha estar tan bien escondida que nadie piense en ti..., ser desconocida incluso de las personas que viven con nosotras...!
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.. Estas palabras de Isaías. «¿Quién creyó nuestro anuncio?... Lo vimos sin belleza ni esplendor...» etc., han constituido todo el fondo de mi devoción a la Santa Faz, o, por mejor decirlo, el fondo de toda mi piedad. También yo deseaba estar sin belleza, pisar sola el vino en lagar, ignorada por todas las criaturas...
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¡Cómo me gustaría ser humillada y maltratada para ver si poseo realmente la humildad del corazón...! Con todo, cuando en otras ocasiones me humillaban, me sentía muy feliz... Sí, me parece que soy humilde... Dios me enseña la verdad. Sé muy bien que todo viene de él.
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La santidad no consiste en tal o cual práctica. Consiste en una disposición del corazón que nos vuelve humildes y pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre.
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Experimento una vivísima alegría no sólo cuando me consideran imperfecta las demás, sino sobre todo cuando yo misma me veo así. Esto supera a todos los elogios, que me desagradan.
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Lo que de momento constituye nuestra humillación constituye luego nuestra gloria, incluso en esta vida.
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Pide que tu hijita sea siempre un granito de arena muy oscuro, muy escondido a los ojos de todos, que sólo Jesús pueda verlo. Que se haga cada vez más pequeño, que se vea reducido a nada...
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Le decíamos que podía sentirse muy dichosa de haber sido escogida por Dios para enseñar a las almas el camino de la confianza. Respondió:
¡Qué importa que sea yo o que sea otra quien muestre este camino a las almas! Con tal que se enseñe, ¡qué importa el instrumento!
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Tal vez mueras mañana (fiesta de la Virgen del Carmen) después de la comunión.
- No, eso no encajaría en mi caminito. ¿Voy a salirme de él para morir? Morir de amor después de la comunión es algo demasiado hermoso para mí, las almas pequeñas no podrían imitar eso.
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¡Sólo Jesús! Nada más que él. El grano de arena es tan pequeño, que si quisiese meter en su corazón a alguien que no sea Él, ya no habría sitio para Jesús...
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¡Qué veneno de alabanzas he visto que servían a la madre priora! ¡Y qué desprendida y elevada sobre sí misma tiene que estar un alma para no salir de ello perjudicada!
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Que no piensen que, si me curo, eso me va a desconcertar o desbaratar mis humildes planes. ¡En absoluto! La edad no es nada a los ojos de Dios, y yo me las arreglaré para seguir siendo una niña aunque viva mucho tiempo.
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... Pienso que hay que tener mucho cuidado con no buscarse una a sí misma, pues pronto quedaría herido el corazón y podría decirse con razón: «Los centinelas me quitaron el manto y me hirieron...; pero apenas los dejé, encontré al Amor de mi alma».
Pienso que si el alma hubiese preguntado humildemente a los centinelas dónde estaba el Amor de su alma, ellos le habrían indicado dónde se encontraba; pero por haber querido atraer su admiración, cayó en la turbación y perdió la sencillez del corazón.
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¿He de tener miedo al demonio? Me parece que no, pues todo lo hago por obediencia.
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Celina, ¡qué privilegio ser desconocida en la tierra...! Los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos. Si lo fuesen, toda nuestra vida sólo sería un himno de gratitud...
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux
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