En 1897, las tinieblas se hacen más espesas. El 9 de junio, escribe: «Creo que he hecho más actos de fe de un año a esta parte que en toda mi vida. Cada vez que se presenta el combate (...), corro hacia Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de mi sangre por confesar que existe un cielo»
***
Una cosa que nos atrae las luces y la ayuda de Dios para guiar y consolar a las almas es el no contar nuestras propias penas en busca de consuelo. Y es que, además, eso no es un verdadero consuelo: en vez de calmar, excita.
***
***
Yo no soy un guerrero que haya combatido con armas de la tierra, sino con «la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios». Por eso, la enfermedad no ha podido derribarme, y ayer tarde, sin ir más lejos, me serví de mi espada con una novicia. Le dije: Moriré con las armas en la mano.
***
***
¡... Ay, qué pocas son las religiosas perfectas!, ¡Qué raras son las que lo hacen todo lo mejor posible! Y sin embargo, son las más felices. Por ejemplo, el silencio: ¡cuánto bien hace al alma, cuántas faltas de caridad evita y cuántos disgustos de toda clase! Hablo en especial del silencio porque es el punto en que más se falta!
***
En la vida del beato Enrique Suson me llamó la atención un pasaje referente a las penitencias corporales. Había hecho algunas espantosas, que arruinaron su salud, cuando se le apareció un ángel que le dijo que dejara de hacerlas, y añadió: «Hasta ahora sólo has combatido como simple soldado, hoy te voy a armar caballero».
No te aflijas por no sentir ningún consuelo en tus comuniones. Es una prueba que hay que soportar con amor. No pierdas ni una sola de las espinas que encuentres a diario: ¡con una sola de ellas puedes salvar un alma...!
***
E hizo comprender al santo la superioridad del combate espiritual sobre las mortificaciones corporales.
Pues bien, Madrecita, Dios no me ha querido a mí de simple soldado, yo he sido armada enseguida caballero, y partí para la guerra contra mí misma en el campo del espíritu por medio de la abnegación y de los pequeños sacrificios escondidos; y en este combate oscuro, en que la naturaleza no tiene parte alguna, he hallado la paz y la humildad.
***
No he dejado de mirar a la Santa Faz... He rechazado muchas tentaciones... ¡Y he hecho muchos actos de fe...!
Fuente: Obras Completas, santa Teresa de Lisieux
No hay comentarios:
Publicar un comentario