Víspera de la Ascensión.
Esta mañana, durante la procesión , estaba yo en la ermita de san José y miraba de lejos por la ventana a la comunidad en la huerta.
Era fantástica esa procesión de religiosas con capas blancas; me hacía pensar en el cortejo de las vírgenes en el cielo.
Al doblar el paseo de los castaños, os veía a todas medio tapadas por las altas hierbas y por los capullos dorados del prado.
Era cada vez más delicioso.
Y de pronto, entre esas religiosas veo a una, de las más elegantes, que mira hacia mí y se inclina sonriendo para hacerme una seña de que me había visto. ¡Era mi Madrecita! Inmediatamente me acordé de mi sueño: la sonrisa y las caricias de la madre Ana de Jesús (santa Teresita tuvo un sueño con la venerable Ana de Jesús, un sueño que más bien parecía una visión, donde santa Teresita se sintió amada por los santos del cielo) y sentí que me invadía la misma impresión de dulzura que entonces.
Y pensé: ¡De modo que los santos me conocen, me aman, me sonríen desde lo alto y me invitan a reunirme con ellos!
Entonces se me saltaron las lágrimas... Hace muchos años que no había llorado tanto. ¡Y qué dulces eran esas lágrimas!
Fuente:
Obras completas, santa Teresa de Lisieux
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