jueves, 12 de abril de 2018

HISTORIA DE UNA PASTORA CONVERTIDA EN REINA, poesía de santa Teresita dedicada a un novicia que iba a ser la profesión


 


A sor María Magdalena en el día de su profesión en manos de la madre Inés de Jesús.

 En este día feliz,

¡oh Magdalena!, a tu lado
venimos a celebrar
el maravilloso enlace,
el dulce enlace que une
con tu celestial Esposo.
Escucha con embeleso
esta encantadora historia
de una pastorcita humilde
a la que un gran Rey llamó
para colmarla de honores,
y ella respondió a su voz.


Estrib. Cantemos a la pastora, 

pobrecita de la tierra,
a quien el gran Rey del cielo
en el Carmelo hoy escoge
por esposa.

Erase una pastorcita

que guardaba sus corderos
mientras hilaba la rueca.
Admiraba a cada flor
y escuchaba a cada pájaro,
y comprendía muy bien
el dulcísimo lenguaje
del bosque y del cielo azul.
En todo hallaba la imagen
que le revelaba a Dios.

Ella a Jesús y a María

amaba con gran ardor, y ellos,
amando a Melania,
le hablaron al corazón.
La dulce Reina divina
le dijo amorosamente:

«¿Quieres, Melania, venir

conmigo al Monte Carmelo,
y llamarte Magdalena
y no ganar más que el cielo?

«¡Oh, niña, deja tus campos,

tu rebaño deja, nena!
Allá arriba en mi montaña
mi Jesús y tu Jesús
será tu único Cordero» (1).

Jesús, a su vez, le dijo:

«¡Oh, ven pronto, que tu alma
ha cautivado a la mía!
Por prometida te tomo,
serás mía para siempre».

Dichosa, la pastorcita

oyó la dulce llamada,
y tras la Virgen, su Madre,
llegó a la cumbre del Monte
 

¡Oh pequeña Magdalena!,
en este dichoso día
es a ti a quien festejamos.
Hoy la pastora es ya reina,
y reina junto a Jesús,
que es su Rey
y que es su amor.

Tú lo sabes, hermanita:

servir a Dios es reinar (2).
Jesús, durante, su vida,
nos lo enseñó claramente:

«Si en la celeste patria

quieres ser el primero,
procura ser el último
en el destierro».

Magdalena, estás contenta

con el lugar que te toca
en este Monte Carmelo.

¿Cómo no habías de estarlo,

si estás tan cerca del cielo?

A Marta y María imitas (3):

orar y servir a Cristo.
Esta es toda nuestra vida,
nuestra dicha verdadera.

Si, tal vez, el sufrimiento,

el amargo sufrimiento,
visita tu corazón,
haz de él tu dicha y tu gozo:
¡qué dulce es sufrir por Dios!

Y las ternuras divinas

te harán muy pronto olvidar
que caminas sobre espinas,
te parecerá volar...

Hoy hasta el ángel te envidia (4), ¡

quisiera gustar la dicha
que tú posees, María,
siendo esposa del Señor!

Muy pronto podrás cantar,

en el concierto glorioso
de los Tronos y Virtudes,
del Rey Jesús los loores,
del Rey Jesús, que es tu Esposo.

Muy pronto la pastorcita, 

pobrecita de la tierra,
volando, al cielo se irá
a reinar con el Eterno.

A nuestras Reverendas Madres:

A vosotras, nuestras Madres,

a vuestro orar y desvelos,
nuestra hermana Magdalena
debe su dicha y su paz.
Ella sabrá agradeceros
vuestro tierno amor materno,
pidiéndole a su Maestro
que os dé sus dones del cielo.

Y en vuestras coronas, 

Madres tan buenas,
brillará la flor
que hoy a él ofrecéis.



Notas:
Fecha: 20 de noviembre de 1894. -
Compuesta para: sor María Magdalena del Ssmo. Sacramento, para su profesión.
La última estrofa está dedicada a la madre Inés y a la madre María de Gonzaga.
Había que ser Teresa para escribir un poema tan libre y lleno de chispa dedicado a una novicia de temperamento tan tenso, que se encierra en sí misma ante la perspicacia de la Santa. Y sin embargo, María Magdalena la quiere: su deposición en el Proceso Ordinario es uno de los más bellos retratos de Teresa.

Esta, por su parte, nunca perdió la paciencia. En este poema no hay ni una sombra de reticencia, nada que deje adivinar la menor irritación o el menor esfuerzo. El poema es un misterio de amor: el del gran Rey hacia una pobre pastora, el de Teresa hacia su prójimo a quien ama «como la amó Jesús».

(1)  Teresa se acuerda de san Juan de la Cruz: «Ya no guardo ganado» (Cántico Espiritual, canción 28), pero la consagración exclusiva al «único cordero» es una explicitación propia de Teresa que nos recuerda a Apocalipsis 14, 3,4.

(2) Cita de san Agustín.

(3) A Marta y a María: Teresa no se para en las distinciones de «clases», tan marcadas en su época. «Orar y servir» es el patrimonio de toda carmelita. (cf RP 4).

(4) Idea que gustaba mucho a Teresa.

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