* julio: despertar de la dimensión apostólica, ante una imagen de Cristo crucificado, en la catedral de San Pedro;
* julio-agosto: entrega sin reservas por conseguir la salvación del criminal Pranzini, su «primer hijo»;
* verano, conversaciones espirituales con Celina en el mirador de los Buissonnets;
* «transportes de amor» a Dios.
Desde entonces, «la llamada divina era tan apremiante que, si hubiera tenido que pasar por entre llamas, lo habría hecho por ser fiel a Jesús».
El domingo de Pentecostés, 29 de mayo, Teresa obtiene de su padre el permiso para entrar en el Carmelo a los quince años. Celina se ha convertido también para ella en una aliada, en «una hermana de alma». Tras la partida de María para el Carmelo, Celina y Teresa gozan de «la vida más dulce con que unas jóvenes pueden soñar». En el futuro, vivirán «juntas» su aventura espiritual.
«A punta de espada»
Navidad 1886-octubre 1887 13/14 años
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ISIDORO GUERIN, TÍO DE TERESITA |
El 8 de octubre, tres meses escasos antes de las fiesta de Navidad, fecha que había elegido para su entrada en el Carmelo, Teresa se arriesga por fin a hablar a su tío Guérin. La primera reacción es negativa. Quince días más tarde, el 22 de octubre, se produce un viraje total por influjo de sor Inés de Jesús.
Pero entonces el canónigo Delatroëtte, superior del Carmelo, pone un veto categórico a que una niña de tan solo quince años entre en el convento. La insistencia de las carmelitas tan sólo conseguirá un mayor empecinamiento en ese no obstinado.
En cambio, el capellán del Carmelo, el abate Youf, es favorable al proyecto. «¡Una niña tan encantadora! Yo la quiero mucho».
Y aprueba el recurso al obispo de Bayeux.
El 31 de octubre, Teresa se presenta ante Mons. Hugonin, acompañada por su padre. Con el cabello recogido en un moño para aparentar ser mayor, Teresa despliega los recursos de su mejor elocuencia. El obispo se muestra paternal, pero no responde ni que sí ni que no: estudiará la cuestión con el Sr.Delatroëtte .
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A LA IZQUIERDA, OBISPO MONSEÑOR HUGONIN, A LA DERECHA, ESCENA QUE REPRESENTA LA VISITA DE TERESITA CON SU PADRE AL OBISPO
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MONSEÑOR RÉVÉRONY |
De hecho, será el vicario general, Mons. Révérony, quien tomará la última decisión. Hombre prudente y con un gran aprecio por la vida religiosa, tendrá pronto ocasión de examinar con detención a la candidata.
Teresita entonces quiso hablar con el Papa, exponerle su situación para que le diera el permiso para entrar al Carmelo tan joven.
El viaje a Roma
Noviembre-diciembre de 1887 14 años
El viaje a Roma: todo un acontecimiento para aquella época. El acontecimiento -humanamente hablando- de la vida de Teresa.
"Me enseñó más que largos años de estudios".
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EL PAPA LEÓN XIII |
De este viaje de un mes, en compañía de la nobleza normanda y de setenta y tres sacerdotes -casi una tercera parte del grupo-, la autobiografía recordará una doble lección: la fragilidad de las grandezas humanas y la urgente necesidad de orar por los sacerdotes.
La correspondencia que se intercambia entre Lisieux por una parte -el Carmelo y los Guérin- y «los tres peregrinos» por la otra -el señor Martin, Celina y Teresa- es de una frecuencia excepcional.
Del Carmelo salen las directivas espirituales... y a veces las diplomáticas; lo cual no impedirá que la audiencia del 20 de noviembre con el Papa León XIII sea todo un fracaso (Cta 36). Celina echará la culpa de ello a Mons. Révérony. Teresa, por su parte, no dejará «de esperar contra toda esperanza».
Los peregrinos regresan a Lisieux el 2 de diciembre. Sin más tardanza, se vuelven a empezar las negociaciones para llevar a buen puerto «el asunto»: la entrada de la aspirante en el Carmelo para Navidad.
Ante la enconada intransigencia del superior, el Sr. Delatroëtte, sor Inés de Jesús está a punto de capitular. Y entonces la madre María de Gonzaga y el señor Guérin toman cartas en el asunto. Se trata de jugar hábilmente la última carta: el arbitraje del obispo de Bayeux.
Del 18 al 24 de diciembre, Teresa se dirige todas las mañanas al correo con su padre, esperando encontrar una respuesta a sus cartas a Mons. Hugonin y al Sr. Révérony.
«El valor del tiempo» (Ms A 68vº)
Navidad de 1887-9 de abril de 1888 15 años el 2 de enero de 1888
La Navidad encuentra a Teresa en los Buissonnets: la respuesta de Bayeux no ha llegado... «Fue una prueba muy dura para mi fe» .
El 28 de diciembre, la madre María de Gonzaga recibe de Mons. Révérony la autorización para admitir sin demora a la aspirante. A Teresa se la informa el 1 de enero; pero, sor Inés, en un cambiazo desconcertante, no quiere saber nada de la entrada de su hermana más pequeña en el Carmelo antes de Pascua. El motivo: la cuaresma. Fue una prueba de un «carácter muy particular», más dura todavía que la anterior.
Teresa reacciona con generosidad. Reanuda sus clases semanales con la señora Papinau. Y sobre todo, comprende «el valor del tiempo» y lo hace rendir al máximo siendo fiel en las cosas pequeñas. Ese mes de marzo de 1888 lo considerará como «uno de los más hermosos» de su vida.
«No sabría decir cuán dulces recuerdos me ha dejado esta espera. Tres meses se pasan muy pronto, y por fin llegó el momento tan ardientemente deseado».
EN EL CARMELO
«¡Estoy aquí para siempre, para siempre...!» (Ms A 69vº)
En la mañana del 9 de abril de 1888, tras «una última mirada a los Buissonnets», Teresa asiste con los suyos a la misa de siete en el Carmelo. Y luego, el desgarramiento de la separación, el último beso a su familia, y sobre todo a su anciano padre, que la bendice entre lágrimas. La comunidad se encuentra reunida a la puerta del monasterio para recibir a la postulante. El superior, Sr. Delatroëtte sólo tiene, como palabras de bienvenida, un breve discurso glacial La descortés amonestación no quebranta el ánimo de Teresa. Con paso firme, franquea el umbral de la clausura.
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TERESITA ENTRA EN LA CLAUSURA |
El monasterio, situado al fondo de una depresión insalubre, en las proximidades del Orbiquet, cuenta apenas cincuenta años de existencia. Teresa conocía tan sólo las inmediaciones del mismo. Ahora lo descubre por dentro. Y se sorprende agradablemente: «Todo me parecía maravilloso». Alrededor del coro, verdadero eje de la vida monástica, una veintena de celdas y los principales lugares conventuales forman un cuadrilátero de ladrillos rojos, de proporciones armoniosas. Completa el conjunto una huerta, a la que da su encanto una avenida de castaños que bordea un pequeño campo de heno: «el prado».
Teresa es conducida a su celda. En esta habitación de paredes enyesadas hay justamente lo necesario: la cama, un simple jergón sobre una tarima, y unos muebles rudimentarios. Ni agua, ni electricidad, ni calefacción. Ni tampoco horizontes: a tres metros, el tejado de pizarra de un edificio anexo, que sin embargo no impide que entre el sol durante toda la tarde. Allí se experimenta algo así como una sensación de soledad y de paz: «Me creía transportada a un desierto. Nuestra celdita, sobre todo, me encantaba». Teresa vivirá en ella por lo menos cinco años. Allí escribirá sus cartas, sentada en un banquito, con un atril portátil sobre las rodillas, y por las noches a la luz de una lámpara de gasolina.
La postulante no viste hábito especial, sino sólo una esclavina encima de su largo vestido azul de jovencita, y el clásico gorrito.
En el noviciado, es recibida por sor María de los Angeles, religiosa de cuarenta y tres años, «el tipo acabado de las primitivas carmelitas». La maestra tiene ya otras tres novicias a su cargo: sor María Filomena, de cuarenta y ocho años; sor María del Sagrado Corazón, hermana carnal y madrina de Teresa, de veintiocho años de edad; y sor Marta de Jesús, de veintitrés años, postulante conversa, huérfana, de inteligencia mediocre y de modales toscos, que pondrá a prueba con frecuencia la paciencia de su nueva compañera.
Sor Teresa del Niño Jesús aborda su vocación sin hacerse ilusiones de ninguna clase. Salvo pequeñas diferencias, marcadas por el ritmo de las estaciones, seguirá siempre el mismo horario desde el 1º de enero hasta el 31 de diciembre. Su trabajo se reduce a tareas sin brillo: arreglar la ropería, barrer un claustro, una escalera y un pasillo, y un poco de trabajo en la huerta como ejercicio físico.
Todos los días, sor María de los Angeles reúne a las novicias para explicarles la Regla, las Constituciones y las costumbres de la Orden. La maestra declarará más tarde: «Sor Teresa del Niño Jesús tenía tal intuición de la virtud y de la perfección religiosas, que, por así decirlo, bastaba con instruirla (sobre ello) para que las llevase a la práctica con perfección»
Primeros pasos: «más espinas que rosas» (Ms A 69vº)
9 de abril de 1888-5 de enero de 1889 15/16 años
Durante el postulantado de nueve meses, se pueden delinear tres períodos:
- 9 de abril-23 de junio: todo marcha bien. En el Carmelo, la forma de comportarse de Teresa sorprende incluso a la priora. «No es necesario decirle ni una sola palabra, todo en ella es perfecto...», escribe la madre María de Gonzaga a la señora Guérin.
- Las fiestas radiantes del mes de mayo: profesión y toma de velo de sor María del Sagrado Corazón- tienen su coronación en una entrevista liberadora con el P. Pichon. Después de una confesión general, el Padre asegura a la postulante que ésta no ha cometido nunca un solo pecado mortal. Fue el final de las turbaciones interiores que venía sufriendo desde hacía cinco años.
- 23 de junio-31 de octubre: El señor Martin, aquejado de una enfermedad mental, abandona de improviso el domicilio. Es una alarma breve, pero que traumatiza a sus hijas. La grafía de Teresa conserva las huellas. Sin embargo, encuentra fuerzas para dominar su ansiedad y sustentar así el ánimo de Celina.
Además, adaptarse a la vida comunitaria exige sufrimientos. La «débil caña» experimenta su debilidad. Pero su generosidad no sufre mengua alguna. La comunidad decide admitir a Teresa a la toma de hábito. La fiesta está ya preparada, pero una brusca recaída del señor Martin obliga a aplazar la ceremonia.
- 31 de octubre-3 de enero: el debilitamiento mental del padre hace vivir a sus hijas un mes de noviembre cargado de angustia. Luego, la «curación» inesperada invita a fijar finalmente la fecha para la toma de hábito. Teresa ve amanecer sus dieciséis años sumida en una profunda alegría.
La autobiografía señalará con gran acierto lo que fue ese año 1888: «Sí, el sufrimiento me tendió sus brazos, y yo me arrojé en ellos con amor».
5-10 de enero de 1889 16 años
La toma de hábito tendrá lugar el día 10. El retiro de Teresa, que comenzó el 5 por la noche, durará por tanto cuatro días en vez de tres. La postulante se comunica con los demás por escrito.
Los mensajes de Teresa, redactados de prisa, sin preocuparse en absoluto por el estilo, en pobres papeles a veces escritos por detrás, tienen a menudo un tono patético. Como ella misma confiesa: «todo es tristeza»:
- «privada de todo consuelo» durante sus tres o cuatro horas diarias de oración: «Al lado de Jesús, nada, ¡sequedad!, ¡sueño!...»; - acribillada por «alfilerazos» en la vida comunitaria: «las criaturas, ¡ay!, las criaturas» ; - no menos preocupada que sus hermanas por el señor Martin, continuamente amenazado por un nuevo ataque.
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SU PADRE ASISTE A LA TOMA DE HÁBITO |
Pero la prueba va educando su fe. «Creo que el trabajo de Jesús durante estos ejercicios ha consistido en despojarme de todo lo que no es Él».
La fiesta del 10 de enero es totalmente radiante. «No faltó nada, ni siquiera la nieve» . También para el señor Martin fue un día gozoso. «Mi Rey querido nunca había estado tan guapo y tan digno... Fue la admiración de todo el mundo».
EL NOVICIADO
Con la toma de hábito se inaugura para Teresa el año canónico del noviciado. Dentro de un año, la joven religiosa podrá emitir los votos perpetuos (en aquella época no existía la profesión temporal). En enero de 1890 cumplirá exactamente los diecisiete años que exigen las Constituciones para poder hacer el compromiso definitivo. Pero los superiores creerán más prudente hacerla esperar: le impondrán una prórroga de ocho meses.
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SANTA TERESITA CON EL VELO BLANCO DE NOVICIA |
La novicia se va haciendo cada vez más al ambiente. En el Oficio coral, entona las antífonas, recita los versículos, lee las lecturas de maitines. Todo ello en latín.
Cuando le llega el turno, atiende durante una semana los oficios de comunidad: tocar la campana, servir y leer durante las comidas. Nombrada «segunda de oficio», bajo la dependencia de sor Inés de Jesús, prepara el agua y la «cerveza», a mediodía y por la noche, barre el refectorio y se encarga del cuartito de «San Alejo», pegado al refectorio, refugio de las arañas a las que tiene verdadero horror.
Si nos atenemos a las fotografías de esa época, la novicia respira alegría. Una alegría no fingida, pero que no debe llamarnos a engaño. «Al fin del mundo, escribirá Teresa, ¡cuántas personas se quedarán asombradas» respecto a ella!. En 1889, dice, «al exterior nada reflejaba mi sufrimiento, tanto más doloroso cuanto que sólo yo lo conocía». La autobiografía es muy parca en confidencias. Diez páginas le bastan para despachar veinte meses de noviciado. "Todo lo que acabo de escribir en pocas palabras requeriría muchas páginas de pormenores y detalles, pero esas páginas no se leerán nunca en la tierra".
«Nuestra gran riqueza» (Ms A 86rº)
Enero-mayo 1889 16 años
Para el señor Martin, la ceremonia del 10 de enero fue «su triunfo, su última fiesta aquí en la tierra». Pero «su gloria de un día fue seguida de una pasión dolorosa». Esa pasión la describen las cartas de 1889 en todo su realismo. El drama estalla el 12 de febrero, cuando las alucinaciones toman un cariz alarmante para quienes lo rodean. El enfermo ve «cosas espantosas, carnicerías, batallas», se arma para defender a sus hijas Leonia y Celina. El señor Guérin decide trasladar inmediatamente a su cuñado a una casa de salud, al Buen Salvador de Caen.
La prueba golpea a la «reinecita» en pleno corazón: «¡No, ese día ya no dije que podía sufrir todavía más!».
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LUIS MARTIN, PADRE DE TERESITA |
Las doce cartas de Teresa fechadas en ese período expresan muy gráficamente su valentía y su fortaleza interior: su contenido pone bien a las claras el triunfo de su fe; su grafía revela el desgarramiento de su corazón. La mayor parte de estas cartas están dirigidas a Celina, quien se queda con Leonia en Caen, junto al señor Martin.
La sombra de esta prueba se cierne como un manto de luto sobre todo el período del noviciado. Pero ese velo de dolor se irá transformando poco a poco en un velo de Verónica. A través de las lágrimas, Teresa aprende a reconocer, tras el rostro de su padre humillado, los rasgos del Siervo sufriente.
«La Faz ensangrentada de Jesús»
Julio-octubre de 1889 16 años
Los meses pasan. La esperanza de que el señor Martin pueda curarse se va esfumando. Sus hijas han de aprender a vivir con este dolor lacerante en lo hondo del corazón. Teresa no se conforma con aceptar pasivamente la situación. Se mete de lleno en la realidad que están viviendo. De ahí su inmensa capacidad de sufrimiento.
En la correspondencia de esta época es claramente perceptible el influjo de la carmelita de Tours, sor María de San Pedro (muerta en 1848). Una estampa que le da la madre María de Gonzaga intensifica la piedad de Teresa en esa misma dirección. Esa estampa representa el rostro ensangrentado de Jesús. En ella se puede leer este texto: «Lo que yo quiero de ti, alma fiel, es AMOR..., un amor humilde que se anonade, un amor generoso que se olvide de sí...». Anonadarse, olvidarse de sí para consolar a Jesús, he aquí la máxima aspiración de Teresa.
Una noche de ese verano de 1889, la novicia recibe una gracia mística en la gruta de Santa María Magdalena, al fondo del pequeño cementerio del convento.
En septiembre y octubre, en ausencia del sacristán y de las hermanas torneras, se encomienda a las dos novicias, Marta y Teresa, el barrido de la capilla exterior. Un día, contará más tarde sor Marta, Teresa, «en un arrebato de amor, se arrodilla en el altar y golpea la puerta del sagrario, diciendo: «¿Estás ahí, Jesús? Respóndeme, por favor»».
«Esperaré todo el tiempo que quieras»
Noviembre 1889-marzo 1890 16/17 años
Pocos acontecimientos tienen lugar en este invierno de 1889-1890. La novicia, «privada de todo consuelo» en su vida de oración, se aplica «sobre todo a la práctica de las virtudes pequeñas». En los días de Navidad se le van a exigir dos nuevos desprendimientos:
- el de los Buissonnets, un «nido» ahora ya desierto. El señor Martin, que sigue hospitalizado, ya nos los volverá a ver. El 25 de diciembre se rescinde el contrato de alquiler. En una última visita, Celina arranca para su hermana una hoja de hiedra.
- y el del retraso impuesto a su profesión, que ella esperaba poder hacer el 11 de enero de 1890.
Teresa asiste con sus hermanas a la continua decadencia de su padre, «¡cuya gloria ha pasado ya!». - «Sí, pero prosigue ella- su humillación pasará también, y un día él nos seguirá, o, mejor, le seguiremos nosotras a él al cielo, y entonces uno de sus blancos cabellos nos iluminará».
«El más bello de los lirios» (Cta 105)
Abril-julio de 1890 17 años
Antes de finales de julio de 1890 no se tomará ninguna decisión respecto a la profesión de Teresa. Las cuatro cartas o billetes escritos de su mano durante esos cuatro meses son de una enorme riqueza espiritual.
En esta época, el objeto privilegiado de su contemplación es la Santa Faz. La novicia se nutre cada vez más de los textos bíblicos que había ido espigando muy especialmente durante la cuaresma anterior. El canto cuarto del Siervo de Yavé la marca con una impronta indeleble. Así lo manifestará en su lecho de muerte.
Una vez más una estampa produce en Teresa una «fuerte impresión» al poner ante sus ojos la Faz dolorida de Jesús. Es una preciosa miniatura en pergamino que sor Inés de Jesús había pintado en honor de Celina: un velo de la Verónica sostenido en un ramo de nueve lirios. La impresiona sobre todo un detalle: «su sangre divina rocía nuestras corolas». Y el texto de la Carta 108 se concluye con un «Fragmento de un cántico de Nuestro Padre san Juan de la Cruz». Es la primera vez que Teresa cita expresamente a su maestro espiritual. «¡Cuántas luces he sacado de las obras de nuestro Padre san Juan de la Cruz...! A la edad de diecisiete y dieciocho años no tenía otro alimento espiritual».
«¡Que tú, Jesús, lo seas todo...! (Billete de profesión)
Julio-septiembre de 1890 17 años
«El tiempo de los esponsales... ¡se le hizo muy largo a la pobre Teresita!». El superior, Sr. Delatroëtte, juzgaba a la novicia «demasiado joven para asumir compromisos irrevocables para toda la vida». Sin renunciar a su opinión, se somete al parecer favorable de Mons. Hugonin. La fecha para la profesión queda fijada para el 8 de septiembre de 1890.
Teresa se prepara para ella durante unos ejercicios espirituales de diez días, que comienza en la noche del 28 de agosto. «La aridez más absoluta y casi casi el abandono fueron mis compañeros».
El 2 de septiembre llega la bendición de León XIII para la profesa y «para su venerable padre, el santo anciano, tan probado por el sufrimiento». Teresa quería asociar a su padre a este gran acontecimiento de su vida. El 8 de septiembre, «obligada» a pedir su curación, hará esta súplica: «¡Dios mío, por favor, que sea tu voluntad que papá se cure!».
En la mañana del día de su profesión, la novicia «inundada por un río de paz», se consagra al Señor hasta la muerte. A cambio, tan sólo pide a Jesús «la paz, y también el amor, un amor infinito, sin otro límite que tú mismo...», y una vez más la gracia del «martirio» y la de salvar «muchas almas».
Esa ceremonia íntima se completa, el 24 de septiembre, con la toma del velo negro, una ceremonia pública. Fue un día «velado por las lágrimas» a consecuencia de una decepción de última hora, «un dolor difícil de entender»: la ausencia del señor Martin, cuya bendición había esperado recibir con tanta ilusión su reinecita. De ahora en adelante, ya no habrá para ella más rey que «el Rey del Cielo». Sí, «que tú, Jesús, lo seas todo...!»
EN EL NOVICIADO: LOS AÑOS OSCUROS
Al día siguiente de su profesión, Teresa comienza a vivir su vida de carmelita tal como la había intuído en su niñez. El amplio velo que ocultaba su rostro a los asistentes a la ceremonia, en la mañana del 24 de septiembre, es más que un símbolo. Su destino humano y espiritual se va a jugar ya para siempre «en lo interior» de un claustro y de su vida oculta.
Con su padre, que desde febrero de 1889 se encuentra ingresado en una casa de salud, la comunicación ya no es posible: «El silencio se fue haciendo cada vez mayor en torno al nombre venerado de quien nosotras adorábamos. En la comunidad, donde hasta entonces había gozado de un cierto prestigio, si se lo pronunciaba, era en voz baja, como si fuera el de un hombre casi deshonrado» (Madre Inés de Jesús, «Souvenirs intimes», p. 83).
El trato con Leonia se reduce a las visitas semanales en el locutorio. Ni una sola carta (que se conserve) en esos tres años. A sus veintisiete años cumplidos, Leonia sigue buscando su camino por «rutas arenosas».
La atención del tío y la tía Guérin se encuentra absorbida por las idas y venidas de los nuevos esposos, Juana (prima de Teresita) y Francis La Néele (1/10/1890). María (prima pequeña de Teresita y hermana de Juana) por su parte, ha visto confirmada su vocación de carmelita el día de la toma de velo de Teresa. Pero su confidente ahora es Celina. .
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MARÍA (PRIMA DE TERESITA) A LA IZQUIERDA,
Y CELINA A LA DERECHA
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El eclipse de su sol paterno irá acompañado de una especie de eclipse interior. La tristeza la invade por momentos: ¿la amará Dios de verdad, la amará ese único Padre al que desde ahora va a poder «decir con verdad: Padre nuestro, que estás en el cielo»?.
Su mejor guía en esta ascensión a toda prueba: san Juan de la Cruz, cuyas obras constituyen por entonces su único «alimento espiritual». Del doctor de las noches, Teresa irá recibiendo dócilmente las lecciones del desasimiento interior.
Teresa es una auténtica carmelita -también, y sobre todo- por su celo apostólico, alentado por la madre María de Gonzaga y por sor María de los Angeles, y del que quiere contagiar a Celina. Y así hace participar a su hermana de un salvamento más difícil todavía que el de Pranzini: la conversión del ex-carmelita Jacinto Loyson, «el fraile renegado» como dice la prensa, «nuestro hermano» como dirá Teresa.
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JACINTO LOYSON |
La llama que vela en su corazón comienza a brillar discretamente como el fuego bajo las cenizas. El capellán, Sr. Youf, se lo hace notar así un día a la madre Inés. Cuando entra en el monasterio para llevar la comunión a la madre Genoveva, que está enferma, Teresa lo acompaña en su condición de sacristana, cubierta con el velo: «Cuando veo a su hermana tan cerca de mí por el claustro, mientras llevo el Santísimo Sacramento, me hace siempre pensar en esos cirios benditos que arden en las iglesias y a cuya sola vista uno se siente inclinado a la oración y al recogimiento» (Madre Inés, NPPA).
«El invierno ha pasado» (cf Ms A 12vº)
Octubre 1891-octubre 1892 18/19 años
Este año, el áster, «florecilla misteriosa» en la simbología de Teresa y de Celina, se abrió «casi de golpe», no a pesar sino gracias a los rigores del invierno. ¿Tal vez la historia de Celina? Mejor aún, la historia de Teresa: «Tú eres yo». Como una floración inesperada, los «consuelos» vuelven a salpicar su camino.
Durante los ejercicios espirituales que hace la comunidad del 7 al 15 de octubre, Teresa, que está viviendo «grandes pruebas interiores de todo tipo», se siente de pronto «maravillosamente comprendida, incluso adivinada» por el predicador de los mismos, el P. Alejo Prou. Este Padre franciscano la lanza «a velas desplegadas por los mares de la confianza y del amor», asegurándole que sus faltas «no desagradaban a Dios». El 24 de noviembre, Mons. Hugonin entra en clausura para las celebraciones del centenario de san Juan de la Cruz. El obispo se muestra de lo más paternal con «su hijita». Le prodiga «mil caricias» en presencia de la comunidad.
El 5 de diciembre se extingue la madre Genoveva. Es la primera vez que Teresa ve morir a alguien. Ese espectáculo le parece «encantador». Poco después, recibe en un sueño la herencia maternal: la fundadora le deja su corazón.
Al día siguiente de Navidad, la gripe se abate sobre el Carmelo y en ocho días siega la vida de tres religiosas. Sólo permanecen en pie las tres más jóvenes, una de ellas Teresa, que dará toda su talla. Su abnegación y su sangre fría acabarán por vencer las persistentes prevenciones del superior, el Sr. Delatroëtte.
Con la primavera, Teresa ve por fin reaparecer el sol: el 10 de mayo de 1892 el señor Martin vuelve a su casa. ¡Un sol velado, ciertamente! Y es conmovedor el encuentro del 12 de mayo, en la última visita al locutorio, en que el anciano pronuncia estas únicas palabras: «¡Al cielo!» Sin embargo, la «reinecita» experimenta «un consuelo muy dulce» al saber que su padre estará en Lisieux rodeado de los suyos.
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EL PADRE DE TERESITA CUIDADO POR SU FAMILIA |
Su vida espiritual se alimenta cada vez más en las fuentes de la revelación: en la Sagrada Escritura, y «por encima de todo, el Evangelio» (83vº).
«Jesús me manda que baje...» (Cta 137)
Octubre 1892 febrero 1893 19/20 años
La elección de Paulina Martin para el cargo de priora, el 20 de febrero de 1893, crea un clima afectivo propicio para el desarrollo espiritual de Teresa. El trienio 1893-1896 se sitúa para ella bajo el signo «de la paz y del amor». Pero que nadie se lo imagine como una eterna e idílica primavera.
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PAULINA (MADRE INÉS), HERMANA CARNAL
DE TERESITA Y PRIORA
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Los primeros meses del priorato de la madre Inés transcurren en un clima de euforia. La vuelta de la «madrecita», renovado manantial de poesía y de ternura, contribuye a que la primavera y el verano de 1893 sea uno de los períodos más líricos de la vida de Teresa.
El camino de su éxodo pasa entonces por un nuevo «desierto árido y sin agua». Un sufrimiento multiforme la purifica «como el oro en el crisol».
La muerte del señor Martin (29 de julio de 1894) y la entrada de Celina en el convento seis semanas más tarde (14 de septiembre): dos grandes acontecimientos familiares que descubren a Teresa, cada uno a su manera, «la inmensidad del amor» que Dios le tiene.
Efectivamente, en 1895 Teresa alcanza una nueva cumbre. Y es en estos precisos momentos cuando la madre Inés la invita a que ponga por escrito sus recuerdos de la infancia.
Desde el día en que Paulina se convierte en su «Jesús viviente», la armonía reencontrada entre la naturaleza y la gracia crea el terreno propicio para que Teresa camine hacia una maduración indiscutible. Las cuarenta y seis cartas escritas en ese período no permiten -ni el contenido ni la grafía- duda alguna a este respecto. Teresa, sin embargo, no se deja encadenar. Ha venido al Carmelo, «no por Paulina, sino sólo por Jesús».
El descanso en el valle (cf Cta 142)
Febrero - septiembre 1893) 20 años
En los comienzos de este priorato de la madre Inés podemos observar cómo se desarrolla entre Teresa y Celina un diálogo de una rara intensidad. La riqueza de las cartas del mes de julio es algo que merece la pena subrayar.
Celina, que tiene ya veinticuatro años, atraviesa una crisis delicada. A pesar de su ternura filial -habría ya que decir: maternal- hacia su padre enfermo, le cuesta no poder convertir aún en realidad su vocación. Leonia la deja para volver a la Visitación. María Guérin se decide por el Carmelo. Celina se siente como dislocada. Por si fuera poco, el P. Pichón la pone en una situación falsa ante sus hermanas al pedirle que guarde secreto acerca de un proyecto de fundación en el Canadá. Y finalmente, la madre Inés tiene miedo a que su «Celino» acabe emborrachándose con un tren de vida un tanto mundano: recepciones en casa de los Guérin, servidumbre numerosa. Para neutralizar esas tentaciones, recurre a Teresa, «la tocadora de lira», quien escribe con una frecuencia inusitada.
La antigua priora, María de Gonzaga, ha sido nombrada maestra de novicias, mientras que sor María de los Angeles había sido elegida como subpriora. La Madre Inés pide a Teresa, ahora decana del noviciado, que se encargue de sus dos compañeras, sor
Marta de Jesús y sor María Magdalena.
La pluma de sor María de los Angeles nos ha dejado un sabroso bosquejo de la fisonomía de Teresa a los veinte años: «Sor Teresa del Niño Jesús. 20 años. Novicia y joya del Carmelo, su querido benjamín. Oficio de pintura, en el que sobresale sin haber recibido nunca más lecciones que la de ver trabajar a nuestra Reverenda Madre, su hermana querida. Grande y fuerte, con un aire de niña, un tono de voz y una expresión idem, que ocultan en ella una sabiduría, una perfección y una perspicacia de cincuenta años.
De espíritu siempre sereno, y totalmente dueña de sí en todo y para con todas. Una verdadera santita, a quien se le podría dar la comunión sin confesarla, y a la vez con una cabecita llena de picardía para sacarle chispa a todo. Mística, cómica, todo se le da..., es capaz de hacernos llorar de devoción o desternillarnos de risa en los recreos» (a la Visitación de Le Mans, abril-mayo 1893).
»Nuestras almas permanecen libres» (Cta 149)
Septiembre de 1893 - junio de 1894 20/21 años)
El 8 de septiembre de 1893 expira para Teresa el tiempo de noviciado, pero ella misma pide que se le prolongue. La madre Inés saca provecho de este estado de cosas en favor de las otras dos novicias: sor Marta, cuyo noviciado no terminará hasta septiembre de 1894, ya sor María Magdalena, que acaba de tomar el hábito. Pero con esta hermana triste y melancólica, marcada por una niñez desgraciada, Teresa verá cómo se estrellan todos sus progresos.
Los oficios de Teresita siguen siendo sin brillo: trabajos de pintura (estampas, ornamentos para la iglesia); oficio de «tercera» quizás, a menos que la obediencia no le haya encomendado ser segunda portera. Está bajo la dirección de sor San Rafael, una monja buena y bondadosa, pero con unas manías capaces «de hacer perder la paciencia a un ángel» (María de la Trinidad, PO, p. 458).
»Como el oro en el crisol» (Cta 165)
Junio - septiembre de 1894 21 años
Varios episodios cardíacos repetidos, en mayo y en junio, anuncian que está próximo el final del señor Martin. Sobreviene en La Musse el 2 de julio de 1904. Al igual que cuando la muerte de su madre, Teresa guarda en su interior «los profundos sentimientos» que experimenta. Pero la alegría acaba venciendo al dolor. Y Teresa «vuelve a encontrar» a su padre «revestido de gloria» después de haber sido «probado como el oro en el fuego» (textos del recordatorio del señor Martin).
Y al mismo tiempo se prepara para volver a encontrase con Celina. «El más íntimo de sus deseos, el más grande de todos», la entrada de su compañera de la infancia en el mismo Carmelo que ella, «un sueño inverosímil», está a punto de convertirse en realidad.
Nuevas pruebas, del cuerpo y del alma, contribuyen también a pulirla durante esas mismas semanas:
- la enfermedad que ataca a su organismo desde el pasado invierno, y con gran fuerza, ya que Teresa sigue los ayunos desde los veintiún años (enero de 1894). Una ronquera pertinaz exigirá pronto ser tratada por medio de cauterizaciones;
- dificultades, desde un principio, con sor María de la Trinidad, una postulante de veinte años.
- y más dolorosas que esas «cruces exteriores» son la turbación, o al menos las tinieblas». «Ni siquiera sé ya dónde estoy». Con todo, de vez en cuando, una «dulce voz se deja oír, una voz más dulce que el soplo de la primavera»
»¡Qué dulce es el camino del amor!» (Ms A 83rº)
Octubre 1894 - marzo 1896 21/23 años
El 14 de septiembre de 1894, tras seis años de separación, Celina y Teresa se vuelven a encontrar bajo el mismo techo. Los Consejos y Recuerdos de sor Genoveva nos han legado la sustancia de la nueva relación que se instaura entre ellas.
Al final del mandato de la madre Inés afloja el ritmo de la correspondencia. La actividad literaria de Teresa se despliega en otros campos:¡ una veintena de poemas y cinco obras de teatro en este período!
Pero, sobre todo, Teresa comienza en enero de 1895 la redacción de su autobiografía, que continuará en ratos perdidos a lo largo del año. La trascendencia de esta relectura de su vida,
precisamente en 1895, no puede pasarse por alto. Las cartas dejan en la sombra zonas enteras de la vida de la carmelita. Es el caso de dos acontecimientos de gran importancia que tuvieron lugar en estos años.
El primero se sitúa a finales de 1894. Mientras Teresa hojea una libreta de textos escriturísticos que le ha traído Celina, la voz misteriosa que desde hace un año guía sus pasos titubeantes pronuncia claramente su nombre por medio de la boca de la sabiduría eterna: Si alguno es pequeñito, que venga a mí y beba» (Ms C 3rº). Ese pequeñito es ella misma, Teresa, «la más pequeña... la última». "Entonces me acerqué". Acaba de descubrir su «caminito», un atajo hacia la santidad. Un atajo también hacia el cielo: desde la muerte de su padre sobre todo, su ser aspira hacia «la Patria» donde «más de la mitad de la familia goza ya de la visión de Dios». Además, sabe que está enferma. «Morir de amor» en breve plazo, ésa es ya «su esperanza».
El segundo acontecimiento decisivo consiste en la llamada de Jesús, en la mañana del nueve de junio de 1895, fiesta de la
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TERESITA SE OFRECE COMO VÍCTIMA |
Santísima Trinidad, a «aceptar su Amor infinito» como nunca antes lo había hecho. Y Teresa se ofrece «como víctima de holocausto al Amor misericordioso».
El 11 de junio, Celina se une a esta ofrenda. Algunos días más tarde, una llama de amor «hiere» a Teresa, pero, aparte de la priora, nadie conoce el secreto. Pues la santa se hunde voluntariamente en la pequeñez y en la insignificancia. Sólo tiene ya un deseo: «amar a Jesús con locura» (Ms A 82vº) y «cumplir siempre con el más absoluto abandono la voluntad de Dios» (84vº).
En ese año 1895 hay que anotar también el regreso al hogar de los Guérin de Leonia, que el 20 de julio abandona por tercera vez el convento, mientras que María Guérin entra en el Carmelo de 15 de agosto, y la adopción por parte de Teresa de su primer hermano espiritual, el abate Bellière, un seminarista de vocación frágil, que le ha confiado la madre Inés.
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MAURICE BELLIÈRE, MISIONERO |
Sus tinieblas espirituales, que en septiembre son todavía intermitentes (cf Ms B 5rº), van a hacerse más densas. Teresa llega a las puertas de su último invierno y de su noche más larga... A la hora en que se va a eclipsar para ella «la antorcha luminosa de la fe», otra luz se eleva en su corazón, como un resplandor de aurora cuya claridad no cesará de crecer en los meses subsiguientes: «la antorcha de la caridad» (Ms C 12rº). Es en esta época cuando transcribe un versículo muy significativo de Isaías: «Cuando partas tu pan con el hambriento y llenes de consuelo al afligido, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía» (Is 58,10).
»Mi desierto, así lo espero, será breve» (Cta 220)
Diciembre 1896-abril 1897 23/24 años
Las cartas del invierno 1896-1897 nos hacen asistir al declive progresivo e irreversible de Teresa. La enferma, forzada a aislarse intermitentemente en su celda, se comunica con sus hermanas por medio de cortos billetes.
Los datos biográficos en este período son escuetos.
El 2 de febrero de 1897, en un cántico dedicado a su amigo del cielo Teófano Vénard (decapitado el 2/2/1861), Teresa canta: «El universo entero (a sus ojos) es sólo un punto. / Mi flaco amor y mis pequeños sufrimientos, / bendecidos por El, / hacen amar a Dios más allá de los mares».
»Mas allá de los mares» en el tiempo y en el espacio: el 8 de febrero, en una obra de teatro compuesta en honor de san Estanislao, pone en labios de su héroe , Estanislao de Kostka, la gran pregunta que la asedia, la única que ya le importa: «Dime que los bienaventurados pueden seguir trabajando por la salvación de las almas... Si en el paraíso no puedo trabajar por la gloria de Jesús, prefiero seguir en el destierro y luchar por Él».
«Amar a Jesús y hacerlo amar»: éste es su único deseo póstumo, deseo que Teresa se esfuerza por hacer realidad hic et nunc, llegando hasta el límite de sus fuerzas.
El 3 de marzo, comienza con la comunidad los ayunos cuaresmales. El 25 de marzo, para la profesión de sor María de la Eucaristía, compone el poema Mis armas (PN 48), que termina así: «Moriré sobre el campo de batalla, / ¡las armas en la mano!»
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SOR MARÍA DE LA EUCARISTÍA (PRIMA DE TERESITA) |
En esa determinación no hay el más mínimo estoicismo. La jovialidad ilumina la correspondencia de este último invierno. De nuevo en una poesía Teresa nos ofrece el secreto de su alegría: «¿Qué me importa la vida? ¿Qué me importa la muerte? ¡Amarte, ése es mi gozo!»
»No muero, entro en la vida» (Cta 244)
Abril-septiembre 1897 24 años
4 de abril - 4 de junio: antes de terminar la cuaresma, cuyos ayunos ha tratado de soportar, Teresa cae gravemente enferma. Los signos de la tuberculosis son ya evidentes: rostro encendido por la fiebre, falta total de apetito, agotamiento que apenas le permite estar de pie. Durante estas semanas de transición, Teresa va siendo dispensada progresivamente de asistir al Oficio coral, del oficio de ropera, de las recreaciones comunitarias, del cuidado de las novicias.
A partir del 6 de abril, la madre Inés empieza a anotar las palabras de su hermana, sustancia de lo que será el «Cuaderno amarillo». Durante los ejercicios espirituales de la Ascensión a Pentecostés, se intercambian entre ellas varios billetes, que ayudan a recomponer el clima de las «Ultimas Conversaciones».
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PAULINA (MADRE INÉS), ANOTA LAS ÚLTIMAS PALABRAS DE TERESITA |
La toma de velo de sor María de la Eucaristía, el 2 de junio, será para Teresa la última fiesta familiar.
6 de junio - 8 de julio;: tras una grave alarma, que le da el 9 de junio la certeza de que morirá pronto, la enferma experimenta una remisión. Los ratos que tiene de calma los consagra ahora a la redacción del Manuscrito C. Lo empieza el 3 de junio, por orden de la madre María de Gonzaga, escribe buena parte de él bajo los castaños, y quedará sin acabar en los primeros días de julio.
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TERESITA ESCRIBE EL MANUSCRITO C |
8 de julio - 25 de agosto: con la vuelta de las hemoptisis el 6 de junio, y el traslado a le enfermería el 8, Teresa parece encontrarse ya a las puertas de la muerte. Una reacción del organismo retrasa el final.
Mauricio Bellière es objeto de un visible predilección: es preciso ayudar a ese seminarista inconstante a desprenderse valientemente de los lazos del pasado y sobre todo de la obsesión de su miseria. A este dócil discípulo dedicará Teresa una de sus enseñanzas más preciosas sobre «el camino de la confianza sencilla y amorosa».